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Ferviente defensor de Cristo

Ruega por Nosotros

San José protege a los que lo veneran acompañándolos en su camino por esta vida, así como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía.

— San Josemaría Escrivá

Desde el momento en que el Ángel le reveló a San José que habría de ser el padre del Mesías, hasta el momento en que exhaló su último aliento en los brazos de Jesús y de María, San José defendió celosamente a Jesús.

San José siempre defendió a su Hijo de cualquier amenaza. Fue un obediente centinela que no sólo protegió, defendió y sacrificó todo por Jesús y su seguridad, sino que hizo lo mismo por su querida esposa. San José veló por su esposa con gran fidelidad, y por su Hijo como el padre más amoroso.

En algunas traducciones de la Letanía de San José, el título “ferviente defensor de Cristo” (en latín Christi Defensor Sedule) se traduce como “diligente defensor de Cristo” o “atento defensor de Cristo.” Ambas traducciones son aceptables y tienen significados similares, es decir, que San José defendió a Jesús. Al ser hijo(a) de San José, tendrás la total confianza en que tu padre espiritual también quiere defenderte fervientemente.

SAN JOSÉ TE DEFIENDE FERVIENTEMENTE

La misión paternal de San José no se ha terminado. El trabajo del padre jamás se termina hasta que sus hijos están seguros en casa. En el cielo, San José ya no tiene que cuidar y proteger a Jesús, pero tú aún no estás en el cielo; necesitas la protección de San José. Tu padre espiritual sabe lo que daña tu alma y quiere cuidarte y ayudarte a llegar a salvo a casa. San José jamás te abandonará. Tu papel es encomendarte a su atento cuidado y jamás volver atrás.

Nuestro destino está en las manos de José. José, el guardián de su Señor y esposo de su Reina; José, el padre adoptivo de Jesús y cabeza de la Sagrada Familia, en su bondad se ha dignado aceptarnos como hijos suyos y nos permite llamarle padre.

— Beato Guillermo José Chaminade

Con San José a tu lado no tienes nada que temer. ¿De qué habríamos de temer con tan fervoroso padre que nos ama y defiende? San José tuvo en sus manos al Hacedor del universo. San José alimentó al Creador de los cielos. En su papel de padre terreno de Jesús, San José amorosamente dio instrucciones al Hijo de Dios. El cielo y la tierra lo obedecieron. ¡Todo el infierno tiembla ante él!

El nombre de José nos protegerá totalmente durante toda la vida

— Beato Guillermo José Chaminade

Como cristianos, debemos honrar a San José; agradecerle por su protección; rezar con fervor y confianza; a esforzarse por reproducir en nuestra conducta las virtudes que él practicó con tanta perfección

— Venerable Nelson Baker

SAN JOSÉ INCREMENTARÁ TU FERVOR POR CRISTO

Como tu padre y modelo, San José te enseñará cómo defender celosamente a Cristo. Si eres un fiel discípulo de Jesucristo, serás criticado, odiado y ridiculizado por el mundo — a menudo por tu propia familia y amigos. Tu sufrimiento será grande, pero tu testimonio de la verdad — tu testimonio de Jesús — será aún mayor. San José te ayudará a ser un ferviente testigo de la verdad de Jesucristo.

TU DEFENSA DE CRISTO DEBE SER GRANDIOSA

Siempre has de esforzarte por defender a la Persona y al nombre de Jesucristo contra toda blasfemia, insulto y sacrilegio. Deberás defender a la Iglesia, así como sus enseñanzas y Sacramentos de todos los ataques, herejías y falsedades. Defender a la Iglesia es defender a Cristo. Deberás parecerte a tu padre espiritual, siempre dispuesto a sacrificarte por amor a la verdad. Como San José, tú también podrás llevarle muchas almas a Jesús.

¡Qué felices y bendecidos son aquellos a quienes tú [San José] amas y a quienes tomas bajo tu protección!

— Beato Guillermo José Chaminade

Lectura

Salvador del Salvador

Dar vida es el mayor de los regalos, y el que le sigue es salvarla. ¿Quién le dio vida a Jesús? Fue María. ¿Quién le salvó la vida? Fue José. Preguntadle a Pablo que lo persiguió, a San Pedro que lo negó. Preguntadle a todos los santos quién lo mató; pero si preguntamos “¿quién le salvó la vida?”, callad patriarcas, callad profetas, callad apóstoles, confesores y mártires; dejad que hable San José, porque su honor es sólo suyo. Sólo él es el salvador de su Salvador

— Beato Guillermo José Chaminade

¿Salvador de su Salvador? Eso suena herético ¿no? No te preocupes; el Beato Guillermo José Chaminade no está afirmando que San José es Dios o más grande que Jesús. El Beato Guillermo José era un sacerdote muy santo y le tenía una tremenda devoción a San José. Vivió en la época de la Revolución francesa y padeció muchos sufrimientos durante una etapa sumamente anti católica en la historia de Francia. El amor del Beato Chaminade por Jesús, María y José le dio la fortaleza para resistir las malignas intenciones de los revolucionarios.

En lo más álgido de la Revolución francesa, el Beato Chaminade difundió la devoción a María y predicó fervientemente a San José. Animó a sus hermanos religiosos a ser como el talón de María y aplastar la oscuridad de la Revolución. También conocía el poder de San José y alentó a todos a buscar refugio bajo su protección paternal.

Encomiéndale a San José la protección de tu persona, pues salvó la vida de su Salvador.

— Beato Guillermo José Chaminade

Para comprender y justificar la descripción que hace el Beato Chaminade de San José como el “salvador de su Salvador,” veamos el Evangelio de Mateo:

Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto.

— Mt 2,13-14

A San José se le puede llamar el salvador del Salvador porque salvó a Jesús de las malvadas intenciones de Herodes llevando a Jesús a Egipto. San José es el único santo que tiene el privilegio de ser llamado salvador del Salvador; ni siquiera la Madre de Dios tiene ese título. Dios quería que San José tuviese ese título singular para él solo, porque es un título que muestra la grandeza de la paternidad de San José, y nos enseña su importante rol paternal en el plan de Dios.

A San José se le encomendó el divino Niño cuando Herodes soltó a sus asesinos en su contra

— Papa Pío XI

El Beato Chaminade no es el único que llamó a San José el salvador del Salvador. Santa Magdalena Sofía Barat hizo una afirmación similar. Escribió:

Jesús quiso estar en deuda con San José por las necesidades de la vida, y sólo de este santo patriarca se puede decir que salvó la vida de su Salvador

San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia, fue más lejos afirmando que sólo por la razón de que San José salvó al Salvador de Herodes, Jesús no le negará nada a aquellos que acudan a San José pidiendo su intercesión. Escribió:

El apóstol Pablo escribe que en la próxima vida Jesucristo “dará a cada cual según sus obras” (Rom 2,6). ¡Qué grande gloria debemos suponer que le concederá a San José, quien lo sirvió y amó tanto mientras vivió en la tierra! El último día Nuestro Salvador dirá a los elegidos: “Tuve hambre y me dieron de comer; era forastero y me acogieron; estaba desnudo y me vistieron” (Mt 25,35). Sin embargo, éstos han alimentado a Jesucristo, lo han acogido o vestido sólo en las personas de los pobres, pero San José procuró comida, techo y vestido para Jesucristo en su propia persona. Además, Nuestro Señor ha prometido una recompensa a quien da un vaso de agua a los pobres en su nombre: “Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.” (Mc 9,41). Cuál, pues, debería ser la recompensa de San José que le puede decir a Jesucristo: “no sólo te procuré la comida, el techo, y vestido, sino que te salvé de la muerte librándote de las manos de Herodes.” Todo esto nos ayuda a incrementar nuestra confianza en San José. Nos hace reflexionar que en virtud de tantos méritos, Dios no le rechazará ninguna gracia que le pida San José para sus devotos clientes

¡Wow! ¡Cuánta confianza deberíamos tener en San José! Después de todo, San José salvó la vida de Jesús para que Jesús nos pudiese salvar. De su parte, Jesús está extremadamente agradecido con San José por todo lo que padeció para hacer que su misión salvífica fuese posible: exilio, pobreza, dificultades, fatiga, ridículo, y tantos otros padecimientos que enfrentó San José por Jesús. Sin los sufrimientos de San José no tendríamos al Salvador para liberarnos del pecado y de la muerte. Por todas estas razones Jesús concede todos los deseos y súplicas de su amado padre virginal.

Los sufrimientos de San José raramente se mencionan en las homilías o escritos sobre él, pero si lo piensas, haber sido el padre del Salvador no pudo haber sido fácil. La misión paternal de San José implicó tremendos sufrimientos.

¡Qué participación tan grande no habrá tenido el glorioso San José en el cáliz de la pasión de Jesús por los servicios que le prestó a su sagrada humanidad!

— Santa María Magdalena de Pazzi

Los sufrimientos de San José comenzaron incluso antes del nacimiento de Nuestro Señor. Cuando San José descubrió que su amada esposa estaba embarazada, su corazón, mente y alma experimentaron un dolor insoportable. Su sufrimiento no era por sospechar que María le había sido infiel; jamás dudó del amor de María, su fidelidad y santidad, sino más bien su sufrimiento era porque no se sentía digno de ser el esposo de una mujer tan santa, y tampoco se sentía digno de ser el padre de un Niño celestial. Se daba cuenta de que María le pertenecía por completo a Dios, y por justicia necesitaba darle a Dios lo que le pertenecía distanciándose de María, pero este pensamiento le provocaba todavía más sufrimiento en el corazón que cualquier mártir haya podido experimentar. A diferencia del sufrimiento de los mártires que vertieron su sangre por amor a Cristo, el sufrimiento de José era interior, y de tal intensidad que es más meritorio que el sufrimiento de todos los mártires cristianos. Prepararse para alejarse de María, la delicia de su corazón, le causó tan profundo dolor que Dios tuvo que enviar a un Ángel para consolarlo e instruirlo de no tener miedo de llevarla a su casa. Abraham fue hecho padre de una multitud de naciones por su disposición a sacrificar a su hijo; San José fue hecho padre del pueblo de la nueva Alianza por su disposición a distanciarse de su propia esposa amada.

El sufrimiento de San José continuó durante toda su vida de casado. Cuando viajó con su esposa embarazada a Jerusalén para el censo, sufrió muchísimo por no poder proveer a su esposa un lugar adecuado para que diera a luz. ¿Qué hombre querría que su esposa diera a luz en un establo frío, sucio y oliendo a animales? Y sin embargo, fue lo único que San José pudo conseguir. Los hombres, por naturaleza, son proveedores, y si un hombre no tiene la posibilidad de proveer tanto bienestar como él quisiera para sus seres queridos, muere por dentro. San José moría a diario.

San José también experimentó gran sufrimiento cuando su Hijo fue circuncidado. Cuando él y su esposa vieron la sangre correr por el cuerpecito de su Hijo, supieron que era un presagio de lo que vendría. Cuándo y cómo, no lo sabían, pero estaban tan conectados con los divinos misterios y las profecías del Antiguo Testamento, que sabían que vendría más derramamiento de sangre, lo cual sería confirmado cuando Jesús, María y José se presentaron ante el sacerdote en el Templo de Jerusalén para el ritual de la purificación de una nueva madre. En lo que supondría ser una ocasión gozosa, San José se enteró de que el corazón de su esposa sería atravesado y que su Hijo estaba destinado para ser un signo de contradicción.

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción — ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! — a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»

— Lc 2,33-35

Las palabras de Simeón fueron dirigidas a María, pero San José las escuchó. Cuando San José escuchó a Simeón anunciarle a María que Jesús sería causa de división y que el corazón de María sería atravesado por una espalada, las palabras proféticas penetraron el amoroso corazón de San José causándole un indecible tormento, uno que llevaría en su corazón y alma por el resto de su vida.

¿Qué hombre quiere escuchar que su esposa e hijo sufrirán el ridículo y serán odiados? ¿Qué esposo no sufriría torturas de corazón sabiendo que su esposa será atravesada por una espada? La Escritura nos dice que María ponderó estas palabras de Siemón en su corazón (ver Lc 2,19). San José tuvo que haber ponderado también las palabras de Simeón en su corazón. Ningún hombre podría alejarse sin turbación después de escuchar las impactantes afirmaciones sobre su esposa e hijo. Los corazones del esposo y la esposa son uno. Lo que le angustia a uno le angustia al otro. Durante décadas San José llevó la dolorosa profecía de Simeón en su corazón, pero porque su amor es muy grande, su sufrimiento era interior, intenso y duradero.

Oh sensibilísimo corazón de San José, quien, a semejanza del tierno corazón de María sentiste los dolores de la Santísima Madre, dime, ¿qué fue lo que sentiste al escuchar la terrible profecía de Simeón? Y, sin embargo, ¡con cuánta generosidad, con cuánto silencio e inalterable resignación aceptaste de las manos de Dios incluso la espada de dolor por nuestro propio bien! ¿Cómo podría agradecerte? O mi dulcísimo santo, deseo imitar tu generosidad, y a cualquier noticia doloroso diré junto contigo: que se haga la voluntad de Dios.

— Beato Bartolo Longo

De haber sido posible para San José prevenir que su esposa e Hijo sufrieran, habría hecho todo lo que estuviese en su poder para protegerlos. Un esposo bueno y amoroso está dispuesto a anteponerse a su esposa y dejar que la espada penetre en su corazón antes que el de ella. Sin embargo, conforme al plan de Dios, San José sabía que tenía que permitir que el corazón y el alma de su esposa fuesen atravesados. Ese sufrimiento era necesario para que naciera una nueva humanidad. Su inmaculada esposa no había sufrido los dolores del parto en el pesebre de Belén porque al estar libre de la mancha del pecado original, también lo estaba de sus consecuencias, pero la profecía de Simeón había predicho que llegaría un día cuando la esposa de San José tendría que soportar un tortuoso tipo de dolores de parto pero espirituales. La esposa de San José es la nueva Eva, y Dios iba a utilizar su corazón como un vientre espiritual. Tendría que pasar por los dolores espirituales del parto para que la humanidad volviera a nacer en Cristo. Simeón lo había profetizado y San José sabía que tendría que suceder. Su rol era preparar a su esposa e Hijo para el sacrificio.

Ningún sufrimiento de un mártir ha sido tan grande como el sufrimiento de San José. La profecía de Simeón había sido dirigida sólo a María. San José sabía por qué y eso le causó todavía mayor sufrimiento. San José comprendió que la profecía de Simeón significaba que al llegar el momento de que el corazón de María fuese traspasado, ella estaría sin San José. Desconocía el momento, lugar y forma en que ocurriría, pero él comprendió que no estaría allí con María. A la luz de la profecía de Simeón, debió de haber pasado su matrimonio consolando amorosamente a María y preparándola para las horas en que ella sufriría una agonía y tormentos sin paralelo: sus dolores de parto espirituales. Los dulces consuelos de San José ayudaron a María a preparse para el sacrificio del Calvario. Él no podía prevenir su sufrimiento maternal, pero sí podía prepararla para ello. Sus años de amor y devoción fueron un gran consuelo para el Corazón Inmaculado de María. San José es el mayor consolador del corazón de María.

Qué hermosa y sencilla viste (San José) a esta inocente paloma (María), y qué grande fue tu sufrimiento con la visión de su martirio sin ti, la soledad de la esposa que tanto amabas. Oh, qué martirio azotó tu alma ante la visión previa de la Pasión y las siete espadas que atravesarían el Inmaculado Corazón de María. La soñaste sola, sola sin Jesús, y esta aflicción amargó tu feliz vida

— Beata Concepción Cabrera de Armida

La espada que atravesaría el corazón de María en el Calvario, también necesitaba atravesar el corazón de San José pero de una manera diferente. Él no estaría presente en el Calvario, pero la espada necesitaba atravesar su corazón paternal ya que era adecuado que el renacimiento de la humanidad involucrara tanto a la madre como al padre. Los esposos no experimentan dolores de parto como las mujeres, pero cada esposo está llamado a acompañar a su esposa en el embarazo y prepararla para dar a luz. Como un buen esposo, San José se encargaría de que su esposa estuviese bien preparada para su sufrimiento; pasó décadas preparándola para el doloroso alumbramiento en el Calvario.

En el Calvario, María debió haber experimentado gran consuelo y fortaleza al recordar todo lo que su esposo había hecho por ella y por su Hijo a lo largo de los años. El consuelo brindado por el apóstol Juan, María Magdalena y varias personas más debió palidecer en comparación con el consuelo ofrecido a María por el hombre que ni siquiera estaba allí. Dios le evitó a San José las torturas del Calvario, pero María lo llevó con ella en su corazón. Su Hijo crucificado, ante quien se mantuvo de pie, también era Hijo de José. María recordó a su esposo y se mantuvo fuerte en la fe, la esperanza y el amor.

Había muchos recuerdos de San José que habrían inundado el corazón de María en el Calvario. Todos eran una fuente de consuelo y fortaleza para María. El recuerdo de la propia fortaleza de San José en el sufrimiento habría incrementado la determinación de María de atestiguar y sufrir con su Hijo crucificado. Habría recordado la matanza de los inocentes y lo mucho que eso había herido el corazón de su esposo. Recuerda: cuando el Ángel se le apareció a San José instruyéndole que tomara al Niño y a su Madre a Egipto, no se le dijo que los niños serían asesinados y que las madres serían testigos de la muerte de sus hijos. María recordaría con cuánta amargura lloró San José por la pérdida de tantos niños tan preciados. Fue una fuente de tremendo sufrimiento para San José, pero permaneció firme en su decisión de hacer la voluntad de Dios. Al pie de la Cruz, María hizo lo mismo.

José y María aún no habían cruzado las montañas que los separaban del desierto, cuando de pronto los lamentos dolorosos, haciendo eco a través de las colinas, llegaron a sus oídos. Aquellos gritos desgarradores de las madres de santos inocentes masacrados en sus pechos y brazos llenaron los corazones de José y María de una indescriptible tristeza

— Beato Bartolo Longo

Al pie de la Cruz María recordó cómo San José, como cabeza de la familia, los había llevado a ella y a Jesús a Egipto, y cuán fuerte había sido San José al proteger y cuidar de su familia. Caminar a Egipto no pudo haber sido un viaje seguro ni confortable para la Sagrada Familia. Egipto era un lugar muy peligroso en donde abundaban bandoleros, asaltantes y prácticas paganas. Los años de San José viviendo allí han de haber sido muy difíciles. Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura creen que la Sagrada Familia estuvo en el exilio en Egipto casi siete años, que debieron haber estado llenos de mucho sufrimiento para San José. María recordó esos años y lo fuerte que había sido San José por amor a Dios y a su familia.

En el Calvario, María recordó todos los sufrimientos que San José había soportado durante su estancia en Egipto. Según las revelaciones místicas de la Beata Ana Catalina Emmerich, las tribulaciones de la Sagrada Familia en Egipto fueron especialmente fuertes para San José porque él era el amoroso jefe de la familia. La responsabilidad de cuidar a la familia era principalmente de San José. Muchas veces imposibilitado de conseguir suficiente trabajo, comida, agua limpia o una casa adecuada, el hombre de la casa sufrió grandemente porque no podía proveer todo lo que su familia necesitaba.

En Egipto, San José estaba en una tierra que no sólo era extranjera, sino hostil a los israelitas. Los egipcios resentían que los israelitas hubiesen escapado de su tiranía, y también que habían sido la causa de que muchos de sus ancestros se ahogaran en el Mar Rojo

— San Francisco de Sales

En las narraciones de las visiones místicas de la Beata Ana Catalina Emmerich, se nos dice que en Egipto la Sagrada Familia padeció la aterradora experiencia de haber sido rodeados por asaltantes con malas intenciones. En el Calvario, María recordó lo valiente que había sido su esposo y cómo había estado dispuesto a morir por amor a su familia. En estos recuerdos ella seguramente encontró la fuerza para ser víctima con Jesús.

María también habría recordado el momento en que ella y su esposo habían perdido a Jesús durante tres días. Perder a un hijo es la peor pesadilla que un progenitor pueda enfrentar jamás. Durante tres días los corazones de María y José estuvieron llenos de ansiedad y preocupación. Pero ella recordó que, después de tres días de tremendo sufrimiento y angustia, ella y su esposo encontraro a Jesús en el templo, y al encontrarlo sus corazones se llenaron de un gozo inexplicable. De alguna manera haber perdido a Jesús durante esos tres días era una preparación para el Calvario. Recordando este evento María nuevamente habría encontrado fortaleza y consuelo en su dulce San José.

En el Calvario, el recuerdo de todo lo que había hecho San José por su esposa y su Hijo debieron haber sido también un consuelo para Jesús. A través del rol modelo que José le había proporcionado de un sufrimiento largo y fiel, Jesús pudo ofrecer de mejor modo su propio sacrificio en el Calvario. Nuestro Señor sabía muy bien que su padre lo había salvado de Herodes, que había llevado temendas cargas de amor en su corazón, consolado a su madre y ayudado a María a prepararse para su sufrimiento con Jesús. Dios no había requerido que San José estuviese físicamente presente en el sacrificio del Calvario, pero Jesús sabía que jamás habría podido llegar al Calvario sin él. Dios hizo el sacrificio del Calvario dependiente de los sacrificios paternales que San José había ofrecido durante los años ocultos de la Sagrada Familia. El fruto del amor y sufrimiento paternal de San José lo convirtió en el padre espiritual de la familia de la nueva alianza. Al igual que María, Jesús también habría tenido a San José en su mente y en su Corazón en el Calvario.

Los Corazones virginales de Jesús, María y San José son uno. Así como sus Corazones son uno, así también lo es su misión. Sólo Jesús es el Salvador del mundo, pero él quiso que su madre y su padre tuviesen una singular participación en la obra de la redención. La unión de los Corazones virginales y dolientes de Jesús, María y San José en Nazaret, Belén, Egipto y el Calvario, fue el medio principal que Dios eligió para que todos pudiéramos volver a nacer. Jesús, María y José hicieron posible que seamos hijos de Dios.

Lo que aprendemos de la sacrificada paternidad de San José es que él es un hombre que cuida de los que se le han encomendado sin importar el costo. Él ofrece consuelo y fortaleza a todos sus hijos. Siendo tu padre espiritual, él quiere cuidarte como cuidó a María y Jesús. Él quiere consolarte e incrementar tu capacidad de realizar sacrificios de amor.

Dios te ha dado una misión como cristiano. Tu misión requerirá sacrificio, sufrimiento y angustia. Experimentarás tu propio calvario. Con San José en tu
corazón, encontrarás consuelo paternal y la fortaleza para soportarlo todo por amor.

San José sabe que mientras buscas hacer la voluntad de Dios, Satanás, un Herodes espiritual, soltará a sus asesinos en tu contra, y necesitas a San José para protegerte. Tu padre espiritual te cuidará amorosamente y jamás dejará de luchar por ti. Con su ayuda, saldrás victorioso en el sufrimiento y vencerás al enemigo. San Juan Pablo II enfatizó este punto en una homilía que dio durante una visita papal al Santuario de San José en Kalisz, Polonia, diciendo:

El ángel le había advertido (a San José) que huyera con el Niño, porque estaba amenazado por un peligro mortal. Del Evangelio que acabamos de leer, aprendemos sobre aquellos que estaban amenazando la vida del Niño. En primer lugar, Herodes, pero también todos sus seguidores. De esta manera, la liturgia de la palabra guía nuestro pensamiento hacia el problema de la vida y su defensa. José de Nazaret, que salvó a Jesús de la crueldad de Herodes, se nos muestra en este momento como un gran defensor de la causa de la defensa de la vida humana, desde el primer momento de la concepción hasta la muerte natural. En este lugar, por lo tanto, deseamos encomendar la vida humana a la Divina Providencia y a San José, especialmente la vida de los niños aún no nacidos, en nuestra patria y en todo el mundo

Sufrirás en la vida. San José no puede prevenir todos tus sufrimientos, pero él te puede preparar para ellos y consolarte cuando estés en medio del dolor y la angustia, ofreciéndote el amor y la protección de un padre.

San José, con el amor y la generosidad con la que protegió a Jesús, también protegerá tu alma, y así como lo defendió de Herodes, defenderá tu alma del Herodes más feroz: ¡el diablo! Todo el cuidado que el Patriarca San José tiene por Jesús lo tiene también por ti y siempre te ayudará con su patrocinio. Él te liberará de la persecución del malvado y orgulloso Herodes, y no permitirá que tu corazón se aleje de Jesús. ¡Ite ad Ioseph! Acude a José con extrema confianza, porque yo no recuerdo haber pedido nada de San José sin haberlo obtenido de inmediato

— San Pío de Pietrelcina

En el santuario dedicado a San José en Kalisz, Polonia, en donde San Juan Pablo II predicó su inspiradora homilía a San José en 1997, en la cripta hay un museo dedicado a San José en agradecimiento por su papel en salvar las vidas de muchos sacerdotes católicos presos en el campo de concentración de Dachau durante la II Guerra Mundial.


Según cifras oficiales, en ese campo de concentración había 2,579 sacerdotes (y obispos) católicos, de los cuales 1,034 fallecieron allí. San José los ayudó en su sufrimiento y les dio fortaleza para ofrecer sus vidas por amor a Jesús. De los otros 1,545 sacerdotes que sobrevivieron a Dachau, todos le atribuyen su liberación de ese campo el 29 de abril de 1945 a la poderosa intercesión de San José.

Ésta es la historia.
Los primeros sacerdotes católicos llegaron a Dachau en 1939, y en los siguientes meses y años los números siguieron creciendo porque los sacerdotes eran transferidos de los campos de concentración en Auschwitz y Sachsenhausen a Dachau. El 8 de diciembre de 1940, los sacerdotes en Dachau hicieron un acto de consagración comunitario a San José pidiéndole ayudarles a sobrevivir aquel calvario y salvarlos de la muerte. Se consagraron a San José particularmente porque había sido él quien había salvado al Hijo de Dios de la muerte cuando Herodes quería matarlo, y los sacerdotes sabían que él también podría salvarlos de los Nazis.


El acto de consagración a San José fue renovado frecuentemente, y los sacerdotes prisioneros también renovaron la consagración anualmente de una forma más solemne. Además, los sacerdotes rezaban novenas a San José pidiéndole ayuda en su terrible situación. Cuando en 1945 el campo fue finalmente liberado, los sacerdotes que quedaban dieron testimonio de que había sido San José quien los había mantenido vivos. En agradecimiento, muchos de los sacerdotes — especialmente los de Polonia — organizaron una peregrinación al Santuario de San José en Kalisz, Polonia, en 1948. La peregrinación fue un evento tan memorable, que se organizó una segunda peregrinación en 1958, y a partir de allí hubo más peregrinaciones. En 1995, los 37 sacerdotes restantes que habían sobrevivido a Dachau estuvieron presentes en la peregrinación. Actualmente todos los sacerdotes han muerto, pero su memoria y tributo a San José vive en el museo adjunto a ese santuario.

San José salvó a Jesús de Herodes. San José protegió a María de los asaltantes. San José consoló a Jesús y María y los preparó para el calvario. San José estuvo en los corazones de Jesús y María en el Calvario. San José consoló a los muchos sacerdotes que sufrieron y murieron en Dachau. San José ayudó a muchos sacerdotes a sobrevivir el campo de concentración. San José, tu padre espiritual, quiere protegerte, prepararte, consolarte y ayudarte a hacer de tu vida un sacrificio para los demás.

Todos tenemos en él (San José) un modelo y protector.

— San Pedro Julián Eymard

Digámosle al gran Patriarca: “Aquí estamos, somos totalmente tuyos; que tú seas todo para nosotros. Muéstranos el camino, fortalécenos en cada paso y condúcenos a donde la Divina Providencia nos quiera llevar.

— San José Marello

Oración

LETANÍA DE SAN JOSÉ

  • Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
  • Cristo, ten piedad de nosotros, Cristo, ten piedad de nosotros
  • Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
  • Cristo, óyenos, Cristo, óyenos
  • Cristo, escúchanos, Cristo, escúchanos
  • Dios, Padre celestial, Ten misericordia de nosotros
  • Dios Hijo, Redentor del mundo, Ten misericordia de nosotros
  • Dios Espíritu Santo, Ten misericordia de nosotros
  • Santísima Trinidad, un solo Dios, Ten misericordia de nosotros
  • Santa María, Ruega por nosotros
  • San José, Ruega por nosotros
  • Noble Retoño de David, Ruega por nosotros
  • Luz de los Patriarcas, Ruega por nosotros
  • Esposo de la Madre de Dios, Ruega por nosotros
  • Casto Guardián de la Virgen, Ruega por nosotros
  • Padre Nutricio del Hijo de Dios, Ruega por nosotros
  • Ferviente Defensor de Cristo, Ruega por nosotros
  • Jefe de la Sagrada Familia, Ruega por nosotros
  • José Justísimo, Ruega por nosotros
  • José Castísimo, Ruega por nosotros
  • José Prudentísimo, Ruega por nosotros
  • José Valientísimo, Ruega por nosotros
  • José Obedientísimo, Ruega por nosotros
  • José Fidelísimo, Ruega por nosotros
  • Espejo de Paciencia, Ruega por nosotros
  • Amante de la Pobreza, Ruega por nosotros
  • Modelo de los Obreros, Ruega por nosotros
  • Gloria de la Vida Doméstica, Ruega por nosotros
  • Guardián de las Vírgenes, Ruega por nosotros
  • Pilar de las Familias, Ruega por nosotros
  • Consuelo de los Afligidos, Ruega por nosotros
  • Esperanza de los Enfermos, Ruega por nosotros
  • Patrono de los Moribundos, Ruega por nosotros
  • Terror de los Demonios, Ruega por nosotros
  • Protector de la Santa Iglesia, Ruega por nosotros

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros.

Lo hizo Señor de su Casa, y administrador de todas sus posesiones

Oremos: Oh Dios, que en tu amorosa providencia elegiste a San José para ser esposo de tu santísima Madre, concédenos la gracia de tener como nuestro intercesor en el cielo a aquél que veneramos en la tierra como nuestro protector. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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1 comentario en “Día 14 Ferviente Defensor de Cristo”

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