Dios Espíritu Santo
Ten misericordia de nosotros
¡Qué grandiosa la unión de San José con Dios, qué sublime su don de oración, qué maravillosa la dirección del Espíritu Santo!
— Beato Guillermo José Chaminade
El Espíritu santo quiere que conozcas y ames a San José. Con excepción de la de Nuestra Señora, el Espíritu Santo estuvo más activo en la vida de San José que en la de cualquier otro santo. El padre terreno de Jesús jamás hizo nada sin buscar la dirección del Espíritu Santo. La docilidad de San José al Espíritu Santo hizo posible que se pudiera comunicar con Dios ¡incluso mientras dormía!
SAN JOSÉ QUIERE QUE SEAS DÓCIL AL ESPÍRITU SANTO PARA QUE PUEDAS SER CONDUCIDO POR LOS CAMINOS DE LA SANTIDAD
¿Y qué es la santidad? ¿Es acaso una cima espiritual inalcanzable para nosotros? No, de ninguna manera. La santidad es una íntima y amorosa comunión con Dios. Más específicamente, la santidad es observar los dos grandes mandamientos de amar a Dios y al prójimo evitando el pecado, llevando una vida virtuosa, permaneciendo en estado de gracia, pero nada de eso es posible sin la ayuda del Espíritu Santo.
Donde San José esté presente, allí estará el Espíritu Santo, y él mismo te diría que si quieres estar lleno del Espíritu Santo, hay una sola cosa que es absolutamente necesaria: la oración. Sin la oración jamás podrás tener intimidad con Dios. Sin la oración, no podrás seguir la dirección del Espíritu Santo.
Para ser santo necesitas imitar a San José. Necesitas mantener un corazón ardiente de amor por Dios y por el prójimo a través del compromiso de una vida interior devota. No entres en pánico después de leer esto. No tienes que convertirte en monje o monja ya que todos estamos llamados a la santidad. Sin embargo, no importando cuál sea tu vocación en la vida, la santidad sólo la adquieren los que oran, los que llevan una vida interior activa, enardecida de amor, sostenida por los Sacramentos, y los que practican una vida de oración y caridad.
SAN JOSÉ ES UN MODELO DE VIDA INTERIOR PARA TODOS SUS HIJOS
San José no fue sacerdote y, sin embargo, es más santo que todos los sacerdotes, incluyendo al santo Patrono de los sacerdotes parroquiales, San Juan María Vianney. Después de Jesús y de María, San José es la persona más santa, devota y virtuosa que jamás haya vivido. Evitó cualquier cosa que pudiese disgustar al Espíritu Santo. ¿Cómo lo hizo? Con la oración. A través de la oración, San José ejercitó perfectamente las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, así como las virtudes morales de la prudencia, la templanza, la justicia y la fortaleza.
Consideren que San José llevó una vida totalmente interior y escondida en Dios, tan poco conocida por el mundo, que sólo unos cuantos escritores santos lo mencionan en algunos lugares, y de su muerte no dan ninguna información. La suya fue una vida de oración, trabajo silencioso y constante sacrificio, pero al mismo tiempo, una vida radiante con el esplendor de todas las virtudes.
— San José Sebastián Pelczar
Jamás ha habido nadie que se parezca a San José, y jamás lo habrá. Sin embargo, tú puedes ser “otro José” en el mundo. Puedes convertirte en una “aparición” de José para los demás. Si imitas la dedicación de San José a la oración y la vida interior, podrás asemejarte a tu padre espiritual.
LA CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ HARÁ QUE CREZCA LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO EN TU VIDA.
A través de la consagración a San José, el Espíritu Santo reconocerá a San José en ti y derramará gracias extraordinarias en tu corazón, tu mente y tu alma. ¡Puedes alcanzar la santidad! Pídele al Espíritu Santo que te convierta en “otro José.” Pídele al Espíritu Santo que te colme de gracias semejantes a las que se le otorgaron al corazón paternal de San José.
Las almas más sensibles a los impulsos del amor divino han identificado con toda certeza en José un brillante ejemplo de la vida interior.
— San Juan Pablo II
Lectura
Los dones del Espíritu Santo
Hay una regla general en relación a las gracias especiales que se conceden a cualquier ser humano. Siempre que el favor divino elige a alguien para recibir una gracia especial o aceptar una vocación sublime, Dios adorna a la persona elegida con todos los dones del Espíritu necesarios para realizar la tarea encomendada. Esta regla general se cumplió de manera muy especial en el caso de San José.
— San Bernardino de Siena
San José tuvo la más sublime de las vocaciones, la más grandiosa de las misiones. Fue llamado para ser esposo de la Virgen María y padre de Jesucristo. Su misión requirió de los siete dones del Espíritu Santo (sabiduría, entendimiento, consejo, ciencia, piedad, fortaleza y temor de Dios).
Considera que el Espíritu Santo eligió únicamente a José para que fuera el protector de la Santísima Virgen, para ser su verdadero esposo y, por lo tanto, ningún ser creado puede igualar la gloria de este gran santo.
— Beato Guillermo José Chaminade
San José no sólo fue elegido para ser el protector de María, sino también para ser el protector de Jesús, ¡y de ti! Jesús y María están en el cielo, pero tú no. Eso significa que la misión de José es continua. Desde el cielo él vigila a los que se le han encomendado a su cuidado amoroso y le pide al Espíritu Santo que derrame gracias sobre sus hijos.
Tienes una misión: santificarte amando verdaderamente a Dios, y a tu prójimo con misericordia. Necesitas en tu vida los siete dones del Espíritu Santo que te ayudarán a parecerte a tu padre espiritual y llegar al cielo.
¿Pero qué es lo que específicamente hacen en nosotros los siete dones del Espíritu Santo? La Congregación de los Padres del Espíritu Santo nos dan la respuesta. Los Padres del Espíritu Santo (también llamados espiritanos) es una comunidad religiosa dedicada a difundir por todo el mundo una novena muy poderosa al Espíritu Santo que contiene un excelente resumen de lo que son los dones y lo que hacen en nosotros. Con la autorización de los Padres del Espíritu Santo, transcribimos la descripción de los siete dones del Espíritu Santo que se incluyen en la novena, así como una hermosa oración:
El don de ciencia permite al alma valorar las cosas creadas por lo que valen en su relación con Dios. El conocimiento desenmascara la pretensión de las creaturas, revela su vacío y apunta a su único y verdadero propósito como instrumento al servicio de Dios. Nos muestra el amoroso cuidado de Dios incluso en la adversidad, y nos dirige a glorificarlo en todas las circunstancias de la vida. Guiados por su luz, ponemos lo más importante en primer lugar y apreciamos la amistad de Dios por encima de todo lo demás.
El don de entendimiento nos ayuda a comprender el significado de las verdades de nuestra santa religión. Por la fe las conocemos, pero al comprenderlas aprendemos a apreciarlas y disfrutarlas. Nos permite penetrar el significado profundo de las verdades reveladas y, a través de ellas, apurarnos a renovar nuestra vida. Nuestra fe deja de ser estéril e inactiva, pero inspira una forma de vida que da un testimonio elocuente de la fe que está en nosotros.
El don de consejo confiere al alma una prudencia sobrenatural permitiéndole discernir rápida y correctamente lo que ha de hacerse, especialmente en circunstancias difíciles. El consejo aplica los principios proporcionados por la ciencia y el entendimiento a los innumerables casos concretos que nos confrontan a lo largo de nuestras tareas cotidianas como padres, maestros, servidores públicos y ciudadanos cristianos. El consejo es un sentido común sobrenatural, un tesoro invaluable en la búsqueda de la salvación.
El don de fortaleza sostiene al alma contra el miedo natural y nos impulsa a cumplir nuestras tareas. La fortaleza le transmite a la voluntad perseverancia y firmeza para que realice, sin dilación, las tareas más difíciles, enfrentar peligros, pasar por encima de los respetos humanos, y a soportar sin queja el lento martirio de, incluso, toda una vida de tribulaciones.
El don de piedad engendra en nuestros corazones un afecto filial por Dios como Padre amoroso. Nos inspira a amar y respetar, en su nombre, a personas y cosas consagradas a Él, así como aquellos que están investidos con su autoridad, a su Madre, a San José, los santos, la Iglesia y su cabeza visible, a nuestros padres y superiores, a nuestro país y sus gobernantes. El que está colmado con el don de piedad, considera la práctica de su religión no como una carga pesada, sino como un servicio muy preciado.
El don del temor nos llena de un soberano respeto por Dios y hace que nuestro mayor temor sea ofenderlo por el pecado. Es un temor que surge no del pensamiento del infierno, sino de sentimientos de reverencia y sumisión filial a nuestro Padre celestial. El temor es el comienzo de la sabiduría que nos desprende de los placeres mundanos que pueden, de una u otra forma, separarnos de Dios.
El don de la sabiduría abarca todos los demás dones, así como la caridad abarca todas las virtudes. La sabiduría es el más perfecto de los dones. De la sabiduría está escrito: “todas las cosas buenas me llegaron con ella, e innumerables riquezas a través de sus manos.” El don de la sabiduría es el que fortalece nuestra fe, fortifica la esperanza, perfecciona la caridad y promueve la práctica de la virtud en el grado más alto. La sabiduría ilumina la mente para discernir y saborear las cosas divinas en cuya apreciación las alegrías terrenales pierden su sabor mientras la Cruz de Cristo produce una dulzura divina.
Oración
Oración por los siete dones del Espíritu Santo
Oh Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al Espíritu Santo para terminar tu obra en las almas de tus apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y amor. Concédeme el espíritu de sabiduría para despreciar las cosas perecederas de este mundo, y que aspire sólo a las cosas eternas. Concédeme el espíritu de entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad. Concédeme el espíritu de consejo para que siempre elija el camino más seguro de agradar a Dios y ganar el cielo. Concédeme el espíritu de fortaleza para soportar mi cruz contigo y superar con valentía todos los obstáculos que se opongan a mi salvación. Concédeme el espíritu de conocimiento para conocer a Dios y me conozca a mí mismo, para crecer perfectamente en la ciencia de los santos. Concédeme el espíritu de piedad para que me sea dulce y agradable servir a Dios. Concédeme el espíritu de temor para que mi amorosa reverencia a Dios sea plena y tema cualquier forma de ofenderle. Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y aliéntame en todas las cosas con tu Espíritu. Amén.
LETANÍA DE SAN JOSÉ
- Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
- Cristo, ten piedad de nosotros, Cristo, ten piedad de nosotros
- Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
- Cristo, óyenos, Cristo, óyenos
- Cristo, escúchanos, Cristo, escúchanos
- Dios, Padre celestial, Ten misericordia de nosotros
- Dios Hijo, Redentor del mundo, Ten misericordia de nosotros
- Dios Espíritu Santo, Ten misericordia de nosotros
- Santísima Trinidad, un solo Dios, Ten misericordia de nosotros
- Santa María, Ruega por nosotros
- San José, Ruega por nosotros
- Noble Retoño de David, Ruega por nosotros
- Luz de los Patriarcas, Ruega por nosotros
- Esposo de la Madre de Dios, Ruega por nosotros
- Casto Guardián de la Virgen, Ruega por nosotros
- Padre Nutricio del Hijo de Dios, Ruega por nosotros
- Ferviente Defensor de Cristo, Ruega por nosotros
- Jefe de la Sagrada Familia, Ruega por nosotros
- José Justísimo, Ruega por nosotros
- José Castísimo, Ruega por nosotros
- José Prudentísimo, Ruega por nosotros
- José Valientísimo, Ruega por nosotros
- José Obedientísimo, Ruega por nosotros
- José Fidelísimo, Ruega por nosotros
- Espejo de Paciencia, Ruega por nosotros
- Amante de la Pobreza, Ruega por nosotros
- Modelo de los Obreros, Ruega por nosotros
- Gloria de la Vida Doméstica, Ruega por nosotros
- Guardián de las Vírgenes, Ruega por nosotros
- Pilar de las Familias, Ruega por nosotros
- Consuelo de los Afligidos, Ruega por nosotros
- Esperanza de los Enfermos, Ruega por nosotros
- Patrono de los Moribundos, Ruega por nosotros
- Terror de los Demonios, Ruega por nosotros
- Protector de la Santa Iglesia, Ruega por nosotros
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros.
Lo hizo Señor de su Casa, y administrador de todas sus posesiones
Oremos: Oh Dios, que en tu amorosa providencia elegiste a San José para ser esposo de tu santísima Madre, concédenos la gracia de tener como nuestro intercesor en el cielo a aquél que veneramos en la tierra como nuestro protector. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Que busquemos ser personas de vida interior y que seamos dedicados ahora aquí en la tierra para buscar en el cielo ser santos
que busquemos los dones del Espiritu Santo que son 7.
Pido su oración, pues fui diagnosticada con cáncer en la matriz II grado.