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La soledad es una sensación muy familiar y duele. He experimentado no sólo la soledad física, sino la del corazón.

1 de Diciembre

CAMINA EN SOLEDAD

CAMINO A BELÉN

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Querido niño Jesús: Te quiero hacer presente aquí, en este momento de oración.  Muchas veces me acuerdo de ti, pero no te pienso. Pensarte es quererte y quererte es buscarte. Sí, quiero buscarte, caminar hacia ti, pero sabiendo que Tú me buscas siempre primero. Quiero recorrer este camino de la mano de María, tu madre, sostenido por  el auxilio del Espíritu Santo,  para que tu Amor se revele en plenitud dentro de mi corazón en esta Navidad.

CITA

María asume su soledad en actitud orante y por eso, lo que en principio se ve como la “ausencia” del Hijo que muere, se trasforma en una “presencia”, incluso más real que la física, a pesar de ser espiritual.
(Del Libro «Sal de tu Cielo» Cap. 2.15 del P. Guillermo Serra)

REFLEXIÓN

La soledad es una sensación muy familiar y duele. He experimentado no sólo la soledad física, sino la del corazón. He sentido que no soy conocido o comprendido; que nadie me acompaña en mis momentos de temor o dificultad, en mis proyectos e incluso en la vivencia de mi fe. Es un poco irónico pues en la actualidad solemos estar rodeados y en contacto con muchas personas, en medio de un ruido constante, pero aún así muchos se sienten solos.

Hoy quisiera detenerme a pensar: ¿cuántas veces se habrá sentido sola María? Humanamente sola, al recibir el anuncio del ángel y saber que no sería fácil que le creyeran, o al no poder contarle a nadie la profecía de Simeón sobre la espada que atravesaría su alma. Sola al quedarse sin el apoyo incondicional y protección de San José y más sola que nunca al pie de la cruz o el día previo a la Resurrección.

¿Cómo soportó tanta soledad? Solo encuentro una respuesta: jamás estuvo sola. La soledad aparente en realidad era presencia de Dios y de su Hijo en su corazón. Desde el momento de la Encarnación, Jesús se quedó para siempre en ella, la llena de gracia, la dichosa por haber creído.

Jesús me prometió estar conmigo todos los días hasta el fin del mundo y desde el bautismo soy habitado por el Espíritu Santo. Además, me regaló a su madre antes de morir. No, nunca estoy solo, pero quizá no he aprendido a encontrar esa presencia. Presencia que no se limita a los Sacramentos, sino que se da en cada oración, en cada acontecimiento de mi vida.

Pediré a María que me permita ver con los ojos del corazón para poder ver a Jesús a mi lado, donde siempre se encuentra.

ORACIÓN

NO TE CANSES MADRE

Una Madre como tú no se cansa:
De esperar al que se aleja
de abrazar al que llora
de acariciar al que está herido
de consolar al que es débil
de sonreír al triste
de fortalecer al que es tentado

No te canses Madre mía, no te canses
Que en mí hay un niño que te necesita

No te canses, Madre santa
Que en mí hay un peregrino que sigue tus pasos

No te canses, Madre Pura
Que en mí hay un corazón inquieto por amar

No te canses, Madre fiel
Que en mí hay un discípulo que quiere aprender

Una petición, una sola: no te canses
María, vela mis pasos con paciencia
entre tantas espinas que encuentro en mi camino
Si te miro, brotan con tus lágrimas de Madre
rosas bellas que adornan tu corazón

Gracias Madre, por enseñarme que el dolor con amor
es perfume que se eleva a Dios

Del libro «Jesús a mi Alma» del P. Guillermo Serra L.C.

PROPÓSITO

  • El día de hoy haré un esfuerzo consciente por evocar la presencia de Jesús a mi lado durante todo el día: en mi trabajo, mi descanso, mis ratos de oración y especialmente en los momentos que más me cuesten.
  • Al final del día, escribiré en mi carta: Gracias Jesús, por ser mi compañero de camino; Gracias María por no haberte cansado de acompañarme y enseñarme a recibir a Jesús.
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