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Sin tu misericordia, el mundo no existiría. Sin tu misericordia, mi corazón no existiría, no podría amar porque no sabría ser amado.

10 de Diciembre

TE PRESENTO MIS HERIDAS

CAMINO A BELÉN

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Querido niño Jesús: Te quiero hacer presente aquí, en este momento de oración.  Muchas veces me acuerdo de ti, pero no te pienso. Pensarte es quererte y quererte es buscarte. Sí, quiero buscarte, caminar hacia ti, pero sabiendo que Tú me buscas siempre primero. Quiero recorrer este camino de la mano de María, tu madre, sostenido por  el auxilio del Espíritu Santo,  para que tu Amor se revele en plenitud dentro de mi corazón en esta Navidad.

CITA

Mis heridas en las tuyas, mi miseria en tu misericordia. Quiero vivir la más alta expresión de tu amor para crecer, volar, ser libre, sanar y alcanzarte, Señor. Sin tu misericordia, el mundo no existiría. Sin tu misericordia, mi corazón no existiría, no podría amar porque no sabría ser amado.
(Del Libro «Sal de tu Cielo» Cap. 2.11 del P. Guillermo Serra)

REFLEXIÓN

¡Mi corazón guarda tantas heridas! Dolores físicos, ofensas, traiciones, anhelos no cumplidos, sueños truncados. Rara vez comparto el dolor que llevo dentro pues me colocaría en una posición de vulnerabilidad. No quiero ser juzgado, tampoco que sientan lástima por mí, pero sí necesito un abrazo y un consuelo que partan desde el Amor incondicional. De esa manera conseguiré también perdonarme a mí mismo por el dolor que originan mis faltas de amor en mi conciencia

Sólo haría falta que abriera mi corazón a Jesús, quien conoce cada lágrima y cada herida. Hacer un acto de inteligencia y voluntad para exponer mi corazón, aunque Él conozca a la perfección lo que hay dentro. Me bastaría poner en práctica aquellas palabras de Benedicto XVI: ¡Abrid! Abrid de par en par las puertas a Cristo. Él no quita nada y lo da todo.

Necesito dejar que Jesús camine en mi corazón y que Él me cuente la historia de mi vida desde su perspectiva: el amor infinito que tiene por mi alma. Cristo no sólo quiere sanarme sino que Él ya ha cargado con mi dolor: “Más fue herido por nuestras faltas, molido por nuestras culpas. Soportó el castigo que nos regenera y fuimos curados con sus heridas” (Is 53,5). Mis heridas se curan en las suyas y cuando me refugio en ellas de alguna forma, mi dolor se convierte en un bálsamo para su dolor.

Contemplo a Jesús, mi Salvador en el pesebre, y me doy cuenta que ahora sé a quién acudir para sanarme. Mis heridas curadas serán la señal del amor y la victoria de Dios.

ORACIÓN

LÍBRAME SEÑOR

Vengo a tu presencia, Señor
Con heridas profundas y lleno de temor
Mi pasado pesa más que mi esperanza
Mi dolor obscurece el sol de tu presencia

¡Sáname Señor! Quiero ver tu amanecer
Escuchar tu voz y ser libre
Caminar por esta vida con una sonrisa
Descubrir tu mirada sanadora

Líbrame de todo mal
Líbrame de todo rencor
Líbrame de todo recuerdo
Líbrame de todo miedo
Líbrame de lo que no seas Tú

¡Sáname Señor, muéstrame tu corazón!
Limpia el mío de toda mancha y desconfianza
Purifícalo de todo apego personal
Séllalo con la cruz de tu perdón

Jesús a mi alma

Vine al mundo como doctor
Ábrete a mi gracia
Suelta las amarras de tus seguridades
Lánzate a lo profundo de mi amor

Deja todo en mis manos redentoras
Despréndete de tu pasado y perdónate
Yo te perdoné y no quiero verte triste
Confía en la misericordia de mi corazón

Camina sobre mis huellas
Mira al cielo y sonríe
Desde el cielo te bendigo y te pido:
¡Déjame sanarte y besarte cada día!
Recostado en tu costado, quedaré prendado
Seré esclavo del Esclavo encarnado
de mi Rey que nace pobre en Belén

Del libro «Jesús a mi Alma» del P. Guillermo Serra L.C.

PROPÓSITO

  • Enlistaré las heridas más profundas de mi corazón en la carta que entregaré a Jesús en Navidad, reconociendo que solo su Amor es capaz de sanarme.
  • Al final de mi lista daré las gracias por mi sanación y alabaré al divino Doctor de mi alma.
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