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Patrono de los Moribundos

Ruega por Nosotros

El nombre de José será nuestra protección durante todos los días de nuestra vida, pero especialmente a la hora de la muerte

— Beato Guillermo José Chaminade

San José tuvo una feliz y santa muerte. Falleció contemplando a Jesús y descansando en los brazos de María. ¿Qué mejor muerte podría experimentar una persona? Dios ha designado a San José Patrono de los moribundos porque él quiere que experimentemos una muerte santa y feliz como la de San José.

Si bien la muerte es parte de la vida, no es una parte fácil de vivir. Abandonarse y decir adiós a familiares y amigos resulta muy complicado. En muchos monasterios hay carteles que dicen “Memento Mori” (recuerda que vas a morir). Estos carteles no están colocados con una intención morbosa, sino como recordatorio de que nuestra vida en la tierra llegará a su fin y tenemos que estar preparados para la muerte porque Satanás siempre intenta llevar a un alma a la desesperación para que se aleje de nuestro amoroso Dios en esa última hora.

Pregúntale a cualquier sacerdote y te dirá que a la hora de la muerte el alma libra un combate espiritual, y por eso tenemos que invocar a nuestro padre espiritual para que nos fortalezca, nos proteja y nos llene de confianza en el amor y la misericordia de Dios.

Jesús le concedió a San José el privilegio especial de proteger a los moribundos en contra de los engaños de Lucifer, de la misma forma que a Jesús lo había salvado de los planes de Herodes.

— San Alfonso María de Ligorio

SAN JOSÉ ES TU PATRONO PERSONAL

San José es el patrono personal de cada uno porque todos vamos a morir, nadie estará aquí para siempre, por lo que cuentas con un amoroso padre espiritual que te ayudará a prepararte para la muerte. En su lecho de muerte, el mismo San José ha de haber estado preocupado por el futuro de su esposa e Hijo. ¿Sufrirán? ¿Serán tratados cruelmente por los demás? ¿Su futuro será feliz? Pero San José tenía una infinita confianza en el amor y la misericordia de Dios, y falleció confiando en que la Divina Providencia de Dios cuidaría de su esposa y de su Hijo. Con San José en tu vida tampoco tendrás que temerle a la muerte, porque cuando llegue tu hora San José te ayudará a tener una feliz y santa muerte.

La Iglesia nos anima a prepararnos para la hora de nuestra muerte. En la Letanía de los Santos, por ejemplo, nos pide rezar: “De la muerte repentina e imprevista, líbranos Señor,” a pedir a la Madre de Dios que interceda por nosotros “en la hora de nuestra muerte” (Avemaría), y a confiarnos a San José, patrono de la buena muerte.

— Catecismo de la Iglesia Católica

El Catecismo nos dice que para prepararnos a morir, debemos “encomendarnos a San José.” En otras palabras, ¡consagrarte a San José! Para prevenir una muerte desdichada, una muerte que nos sorprenda sin preparación, sin los últimos Sacramentos, hay que consagrarse a San José y llevar una vida de santidad; de esa forma la muerte no nos llegará estando desprevenidos. En nuestros días mucha gente no está preparada para morir, no piensan en su mortalidad, viven como si fuesen inmortales e inmunes a la tumba. La muerte para esas personas será una tortura.

En cuanto a ti, te aconsejo que lleves una vida piadosa unido a la Iglesia, manteniéndote en estado de gracia mediante la Confesión y la Santa Comunión frecuentes. ¡Entrégale todo a San José!

Esa persona devota de San José le rogará le consiga la gracia de morir como él: con el beso de Jesús y en los brazos de María.

— Beato Guillermo José Chaminade

Dichoso serás si mueres asistido por San José. Entonces no te importará si las llamas te devoran, las aguas te inundan, o la enfermedad te mata; las oraciones a San José te cubrirán con su manto protector para defenderte.

— Venerable Nelson Baker

Lectura

Patrono de la Buena Muerte

Ya que todos vamos a morir, deberíamos apreciar la devoción especial a San José para que nos obtenga una buena muerte.

— San Alfonso María de Ligorio

Nadie sabe cuándo va a morir. Ni siquiera sabemos cuándo murió San José. La tradición afirma que falleció en algún momento antes de que Jesús iniciara su ministerio público, pero no sabemos el momento exacto. San Bernardino de Siena ofrece algunos pensamientos perspicaces sobre la muerte de San José. Dice:

Aunque en las Escrituras no leemos cuándo murió San José, se podría creer que quizás falleció antes de la Pasión de Nuestro Señor, ya que, de haber estado vivo, no habría estado ausente de la Cruz del Salvador; y tampoco habría sido apropiado que, desde la Cruz, Cristo hubiese dejado a María bajo los cuidados de otra persona

Las reflexiones de San Bernardino tienen mucha lógica. Si San José hubiese estado vivo cuando crucificaron a su Hijo, seguramente él habría estado en el Calvario para confortar a su esposa y ser una fuente de consuelo para Jesús.

Como lo señala San Bernardino, si San José hubiese estado presente en el Calvario, el haber confiado a María al cuidado de San Juan habría sido muy confuso para la Iglesia primitiva. El que Dios quitara a San José de la escena antes del ministerio público y la Pasión de Jesús, era claramente parte del plan divino.

Quizás te preguntes, “¿por qué Dios se llevó a San José antes de la Pasión de Jesús?” Bueno, conforme al plan de Dios, era apropiado que San José ya hubiera muerto para que Jesús pudiese encomendar a su madre con San Juan — y también encomendar a Juan (simbolizando a todas las almas) a su madre. Si San José hubiese estado presente en la crucifixión, confiar las almas a María como nuestra madre espiritual no habría sido tan claro o entendible para los seguidores de Jesús. La relación filial que cada alma está llamada a tener con María habría quedado oscurecida de haber estado presente San José. Además, si San José hubiese estado presente en la crucifixión, Jesús le habría tenido que decir al apóstol Juan “he ahí a tu padre.” Tal cosa habría causado una tremenda confusión a los seguidores de Jesús con respecto a la diferencia entre el Padre celestial y San José. Jesús quería que sus discípulos tuviesen una relación filial con San José, así como con María, pero el reconocimiento de la paternidad espiritual de San José tendría que esperar hasta que la Iglesia fuese lo suficientemente madura como para empezar a comprenderlo.

Así como convenía que San José falleciera antes de la Pasión de Jesús, también convenía que falleciera antes de iniciar su ministerio público. Si San José hubiese vivido durante el ministerio público de Jesús, para la gente habría resultado confuso escucharlo decir que quería llevarlos al Padre. Con el objeto de evitar oscurecer la primacía del Padre celestial, José tenía que morir antes de que comenzara el ministerio público de Jesús.

Aunque no sabemos exactamente cuándo murió San José, los santos y los santos místicos nos ofrecen algunas reflexiones sobre cómo habría fallecido.

Se podría piadosamente creer que al momento de su muerte [de San José], Jesús y la santísima Virgen María, su esposa, estaban presentes. ¡Qué exhortaciones! ¡Qué palabras consoladoras! ¡Qué promesas! ¡Qué palabras tan luminosas e inflamadas! En aquel momento de su paso a la eternidad, ¡qué revelaciones sobre los bienes eternos habrá recibido de su santísima esposa y de Jesús, el amadísimo Hijo de Dios! Dejo a tu propia devoción la contemplación y consideración de todo esto.

— San Bernardino de Siena

San José jamás predicó, pero dedicó toda su vida al servicio de Jesús y murió en sus brazos. Si Jesús lloró por Lázaro, ¿no habría llorado por [la muerte de] San José?

— San Pedro Julián Eymard

Cuando José estaba muriendo, María se sentó a la cabecera de su cama sosteniéndolo en sus brazos. Jesús se mantuvo cerca de ella a la altura del pecho de José. Toda la habitación estaba llena de luz y de ángeles. Después de su muerte, sus manos fueron puestas en forma de cruz sobre su pecho, fue envuelto de la cabeza a los pies en una sábana blanca, depositado en un ataúd angosto y puesto en una tumba muy hermosa, regalo de un buen hombre.

— Beata Ana Catalina Emmerich

Las visiones místicas reportadas por la Beata Ana Catalina Emmerich sobre la muerte de San José han intrigado a mucha gente. Su idea de que el cuerpo de San José fue puesto en una tumba ha llevado a muchas personas a preguntarse si todavía existe. Si bien es ciertamente probable que el cuerpo de San José fuese puesto en una tumba, a la fecha no se tiene ni idea de dónde se localiza la tumba de San José. Ninguna persona en toda la cristiandad ha reclamado jamás saber dónde fue puesto el cuerpo de San José después de su muerte. ¿No es fascinante? Sabemos dónde se localizan las tumbas de los antiguos patriarcas Abraham, Isaac y Jacob porque se describen en detalle en el Antiguo Testamento, pero en cuanto a la tumba de San José, no tenemos ni idea de dónde esté.

Si el cuerpo de San José está en una tumba, seguramente estará incorrupto ¿verdad? Así lo creía la Beata Ana Catalina Emmerich, y ofreció un interesante pensamiento sobre ello, afirmando:

Sólo unos cuantos hombres siguieron el féretro [de San José] con Jesús y María, pero vi que iba acompañado de ángeles y envuelto en luz. Los restos de José fueron posteriormente llevados a Belén por los cristianos y sepultados allí. Creo que todavía puedo verlo allí yaciendo incorrupto.

Hmmm… interesante. La idea de la Beata Ana Catalina de que el cuerpo de San José podría estar incorrupto en una tumba en algún lugar de la tierra, ha llevado a algunas personas a especular que el cuerpo incorrupto de San José será descubierto algún día, y que cuando eso ocurra producirá en la Iglesia un gran regocijo. ¿Te imaginas? ¡Qué día de enorme regocijo sería ese! Sin embargo, aunque fuese un evento grandioso y maravilloso, hay una muy buena razón por la cual no sabemos en dónde se localiza la tumba de San José. Lo más probable es que el cuerpo de José no se encuentre incorrupto en ninguna tumba en lugar alguno sobre la tierra. Lo más probable es que su cuerpo esté en el cielo con
Jesús y María.

Muchos santos creen que San José fue llevado al cielo de una forma semejante a la Asunción de la Santísima Virgen María, y tiene mucho sentido si uno lo piensa bien. En la tierra no existen reliquias del cuerpo de María — sólo tenemos piezas de su velo, cinturón o algunos otros fragmentos de sus vestidos — porque fue asunta al cielo en cuerpo y alma. De igual manera no hay reliquias corporales de San José en ninguna parte — únicamente se tienen piezas de su indumentaria o algunos otros elementos asociados a él como, por ejemplo, su báculo — porque seguramente él también fue llevado al cielo en cuerpo y alma. Si Jesús elevó al cielo el cuerpo de su madre, ¿por qué no habría de hacerlo por el de su amado padre? ¿Qué hijo, teniendo el poder divino, llevaría el cuerpo de su madre al cielo dejando el de su padre en una tumba?

San Bernardino de Siena apoyaba la creencia de que San José fue asunto al cielo, y aunque aclaró que esta creencia no podría tenerse como doctrina (al menos no en el tiempo de San Bernardino), reconoció que los fieles de su tiempo sí podían creerlo piadosamente sin problema. Escribió:

Podemos piadosamente creer, mas no asegurar, que el Santísimo Hijo de Dios coronó a su padre adoptivo con el mismo privilegio que le dio a su madre; que así como la llevó al cielo en cuerpo y alma gloriosa, así también el día en que Jesús resucitó, se llevó a José con él a la gloria de la Resurrección.

Pocos siglos después de la vida de San Bernardino, San Francisco de Sales llevó al siguiente nivel la piadosa creencia de la asunción corporal de San José. La afirmación de San Francisco de Sales sobre el tema es quizás la más atrevida que haya hecho un santo en relación a la asunción de San José al cielo. Él afirmó:

Jamás podremos dudar ni por un momento de que este glorioso santo tiene gran influencia en el cielo con Aquél que lo llevó allí en cuerpo y alma, ¡un hecho más que probable ya que no se tiene ninguna reliquia de ese cuerpo aquí abajo! Me parece que nadie podría dudar de que esto sea cierto porque ¿cómo podría negarle esta gracia el que le fue tan obediente a San José durante toda su vida?

San Francisco de Sales amplió su reflexión afirmando lo siguiente:

Si es cierto, como estamos obligados a creer, que en virtud del Santísimo Sacramento que recibimos, nuestros cuerpos volverán a la vida el día del juicio (Jn 6,55), ¿cómo podríamos dudar de que Nuestro Señor elevó al cielo, en cuerpo y alma, al glorioso San José? Porque él tuvo el honor y la gracia de llevarlo tan a menudo en sus benditos brazos, aquellos brazos en los que Nuestro Señor se gozó tanto

En tiempos modernos, un papa muy santo, Juan XXIII, ha afirmado que San José fue asunto en cuerpo al cielo. En una homilía ofrecida el 26 de mayo de 1960, Solemnidad de la Ascensión, afirmó:

La Ascensión de Jesús corresponde, pues, a los muertos del Antiguo Testamento, los más próximos a Jesús — nombremos dos de los más íntimos en su vida, Juan Bautista, el Precursor, y José de Nazaret, su padre putativo y custodio —, [La Ascensión] corresponde a ellos — así piadosamente lo podemos creer — el honor y el privilegio de abrir este admirable acompañamiento por los caminos del cielo.

¿Por qué los santos y papas creerían que San José fue llevado al cielo en cuerpo y alma? Bueno, hay varias razones; una se encuentra en el propio Nuevo Testamento. El Evangelio de Mateo nos habla de un increíble evento que le sucedió a mucha gente después de la Resurrección de Jesús. Dice:

Inmediatamente, el del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente.

— Mt 27, 51-53

Es un pasaje intrigante, por decir lo menos. ¿Quiénes son los santos que resucitaron de sus tumbas a la muerte de Jesús? Bueno, no sabemos con exactitud quiénes fueron porque no se dan nombres, pero la Iglesia siempre ha pensado que fueron los profetas del Antiguo Testamento, así como Juan el Bautista y San José. Sin duda tiene sentido que San José hubiese estado entre ese número.

Si la gente resucitó de la muerte cuando Jesús murió — un hecho que está claramente afirmado en el pasaje del Evangelio de Mateo — ¿no habría sido San José uno de ellos? ¿Por qué Nuestro Señor habría resucitado a otros de la muerte y dejar a su propio amado padre en la tumba? San José es más grande que todos los profetas del Antiguo Testamento, incluyendo a San Juan Bautista. San José es incluso más grande que los abuelos de Jesús, los Santos Joaquín y Ana. No debería sorprender, entonces, que San Bernardino de Siena, San Francisco de Sales, el Santo Papa Juan XXIII y San Jorge Preca creyeran que San José resucitó de la muerte cuando murió Cristo y, después de aparecerse a muchos en Jerusalén fue llevado al cielo en cuerpo y alma luego de la Resurrección de Cristo.

Si la Resurrección de Cristo, como leemos en el Evangelio de Mateo, causó que los cuerpos de ciertos santos se levantaran y aparecieran ante muchos, ¿no es probable que San José haya participado de este privilegio ya que murió antes que Cristo?

— San Jorge Preca

Yendo un poco más lejos, si San José es uno de los santos mencionados en el Evangelio de Mateo que resucitó de entre los muertos en la Resurrección de Jesús y que entró a la ciudad santa de Jerusalén apareciéndose a muchos, ¿a quién habría ido a ver con toda seguridad? ¡A su esposa, por supuesto! Todo esto es especulación, pero es una meditación deliciosa. ¡Imagina la dulce reunión, el abrazo casto y lleno de lágrimas!

Pero hay otra razón para creer que San José fue llevado al cielo. Viene de la idea de que San José fue santificado en el vientre materno, como lo fue San Juan Bautista en el vientre de su madre. Esta idea también ha sido afirmada por muchos santos.

Si Dios, como creo firmemente, santificó a todos los patriarcas porque el Mesías iba a nacer de ellos, y santificó a todos los profetas para predecir misterios sobre el Mesías, y santificó a Jeremías en el vientre, y colmó a Juan el Bautista con el Santo Espíritu para ser el heraldo del Mesías, y sobre todo santificó a la Santísima Virgen para ser la Madre de Cristo, ¿por qué no santificaría también a José, el padre de Cristo?

— San Lorenzo de Brindisi

Si Jeremías tuvo el privilegio de ser santificado antes de nacer, si San Juan Bautista recibió la misma gracia en preparación para su servicio como precursor del Mesías, ¿no deberíamos creer que aquél que sirvió como padre del Salvador y esposo de la Reina de las Vírgenes fue tratado con igual amor y misericordia?

— Beato Bartolo Longo

Es preciso aclarar que ni San José ni ningún otro santo experimentaron una concepción inmaculada que se parezca en algo a la de Nuestra Señora. Después de la caída del hombre, la Virgen María fue la primera en estar libre de toda mancha de pecado desde el primer momento de su existencia. Solamente ella y su Hijo tuvieron ese singular privilegio. Sin embargo, San Lorenzo de Brindisi, el Beato Bartolo Longo y muchos otros han afirmado que Dios sí le dio dones extraordinarios de santidad a ciertos santos inmediatamente después de haber sido concebidos para la misión que Dios les encomendó. Ya que éste es el caso, no sólo San José habría estado en la lista de los santos que fueron santificados en el vientre materno, sino que habría sido “el más santificado” de todos ellos. Su misión de amor fue mucho más grandiosa que la de cualquiera de los profetas del Antiguo Testamento, e incluso más grande que la misión de San Juan Bautista.

La creencia de que San José fue santificado en el vientre materno ha llevado a mucha gente a ponderar la causa de la muerte de San José. Es decir, ¿de qué falleció: de edad avanzada o de otras causas? Según muchos santos, hay mucho más en la muerte de San José de lo que pensamos. Afirman que su muerte fue tanto natural como sobrenatural. Falleció de una causa natural (enfermedad o edad avanzada), pero también de una causa sobrenatural (amor).

El amor fue la verdadera causa de la muerte de San José

— Venerable María de Ágreda

¿Qué significa eso? ¿Cómo puede morir una persona de amor? En realidad, este tipo de muerte no debería sorprender. Poetas y músicos han escrito y cantado sobre la muerte de amor desde tiempos inmemoriales. Para San José, más que poético fue real.

Exploremos esto un poco más.
El principal propósito de San José en la vida era llevar a su esposa (la Nueva Eva) y a su divino Hijo (el Nuevo Adán) al Calvario, donde podrían ofrecer su sacrificio para redimir al mundo. Sin embargo, la presencia física de San José no era necesaria en el Calvario. Dios requería que San José hiciera su sacrificio de antemano. Claro que Dios podría haber mantenido a San José vivo para sufrir con Jesús y María en el Calvario, pero Dios tuvo gran misericordia de San José al evitarle ser testigo de la Crucifixión de su Hijo y ver el corazón de su esposa traspasado por una espada. San José ya había terminado con sus sufrimientos.

Cumpliendo con el plan de Dios, San José ya había ofrecido su amoroso sacrificio antes de que Jesús y María ofrecieran el suyo en el Calvario. Su misión había requerido que él muriera a sí mismo todos los días con el objeto de llevar a Jesús y a María al Calvario para que pudieran realizar su sacrificio. San José ya había hecho todo lo que podía, y aunque su cuerpo seguramente ya estaba desgastado debido a los límites de la naturaleza humana, su muerte fue más por amor que cualquier otra cosa. Su mente, corazón, alma y cuerpo ya no soportaban más sufrimientos. Estaba exhausto de amor. Durante décadas había derramado todo su corazón por Jesús y María. El amor lo había consumido. El amor lo había “matado.”

Nadie ha sufrido más por Jesús y María que San José. Te preguntarás “¿cómo es eso posible? No fue un mártir, ni tampoco fue perforado por una lanza, azotado, quemado o descuartizado como lo fueron otros mártires a lo largo de la historia.” Sí, es cierto que no fue un mártir por la sangre; sin embargo, el sufrimiento de San José por Jesús y María duró décadas y fue de tal intensidad interior, que no hay sangre de ningún mártir que se pueda jamás comparar con el amor sacrificial que el padre de Jesús ofreció durante tantos años. Vivió con el eterno conocimiento de que el corazón de su esposa sería atravesado y su Hijo sería burlado, ridiculizado y odiado. No ignoraba la profecía de Simeón; la conocía bien y la llevó en su corazón durante décadas. Mientras más puro es tu corazón, más puro es tu sacrificio. Mientras más grande es tu alma, más grande es tu sufrimiento.

Después de María, San José es el más grande de todos los santos porque sufrió más que cualquier otro por Jesús. Antes de que San Juan Bautista ofreciera su cabeza al hacha, y los primeros cristianos abandonaran sus cuerpos a los leones, San José ya había ofrecido su corazón y su alma como sacrificio por Jesús. Los Padres del desierto observaron rigurosos métodos de penitencia y años de ascetismo, pero el glorioso San José ya había vivido extrema pobreza, exilio y penurias por amor a Cristo. San Francisco Javier navegó los altos mares para evangelizar tierras lejanas sufriendo por el Evangelio en un país lejano, pero San José ya había sido el primero y más grande misionero. Santa Teresita de Lisieux le enseñó al mundo el “pequeño caminito” de santidad y la simplicidad de una niña, pero San José, mucho antes que ella, ya había perfeccionado la espiritualidad de la confianza como de niño en Dios. San José lo dio todo por Jesús y María, se vacío totalmente. Cuando estuvo completamente agotado de amor, murió de haber amado tanto.

Ciertamente se podría llamar a San José el mártir de la vida oculta, porque nadie sufrió como él. ¿Pero por qué tanta pena en su vida? Simplemente porque cuanto más santa es una persona, más debe sufrir por el amor y la gloria de Dios. El sufrimiento es el florecimiento de la gracia de Dios en un alma y el triunfo del amor del alma por Dios. Por lo tanto, San José, el más grande de los santos después de María, sufrió más que todos los mártires. La fuente de su sufrimiento radica en su profundo, tierno e iluminado amor por Jesús y en su veneración por la Virgen María. Todos los elegidos deben subir la colina del Calvario, y sólo a través de las heridas de las manos y los pies (de Cristo) es como llegarán a su Corazón. No se trata tanto de penitencia sino de amor; la penitencia sólo paga una deuda, pero el amor va más allá y se crucifica con Jesús y por Jesús. Por lo tanto, es cierto que cuanto más ama un alma, más sufre. Es por eso que el Calvario de San José duró treinta años sin respiro alguno. Cuando fue honrado con la dignidad de ser padre adoptivo de Cristo, la cruz fue colocada en su corazón y él trabajó a su sombra el resto de su vida.

— San Pedro Julián Eymard

De haber sido la voluntad de Dios, San José habría deseado ansiosamente quedarse en la tierra y sufrir aún más con Jesús y María en el Calvario. Sin embargo, Dios no lo quiso así.

San José previó las lágrimas y la tristeza de María. Habrá deseado quedarse a su lado, y debió haberle rogado a Jesús que le permitiera permanecer en la tierra para poder subir al Calvario y sostener a María.

— San Pedro Julián Eymard

Dios le aceptó a San José tantos años de sacrificio por amor, y colmó su corazón de gracias tan extraordinarias, que murió de amor y fue liberado de las torturas del Calvario. Jesús, como buen Hijo (sin duda ¡como el buen Hijo!) mostró gran misericordia por su padre terreno. Jesús, el Hijo de José, no quiso que su padre terreno fuera testigo del Calvario.

Dios se complació en llevar consigo a San José antes de la Pasión de Nuestro Salvador para evitarle la abrumadora pena que le habría causado.

— San Bernardino de Siena

José tenía que morir necesariamente antes que el Señor, porque no habría podido soportar su Crucifixión; era demasiado bondadoso, demasiado amoroso.

— Beata Ana Catalina Emmerich

María, como la Nueva Eva y Madre de todos los vivientes, tenía que estar en el Calvario; San José, un Nuevo Adán, ya se había entregado y había ofrecido su amoroso sacrificio. A diferencia de San José, la presencia de María en la Cruz era absolutamente necesaria. Ella tenía que estar allí para dar a luz a la lglesia. Así como Dios (según una venerable tradición) había evitado que los ojos de San José vieran el nacimiento de Cristo en Belén, así también (según la Escritura) también ocultó a los ojos de San José la Crucifixión de su amado Hijo en el Calvario. El Calvario habría significado una doble tortura para el corazón de San José.

¡Pobre de San José! Tuvo que someterse a la muerte y dejar atrás a Jesús y a María. A Jesús, para ser crucificado y abandonado por su gente; a María, para sufrir sola, sin ayuda. ¡De qué forma fue crucificado su amor por ellos!

— San Pedro Julián Eymard

La Venerable María de Ágreda tuvo una visión, en la que era transportada junto a la cama de San José para atestiguar su último aliento y las últimas palabras que le dirigió a su amada esposa. En una afirmación que seguramente tocará tu corazón y tu alma, la Venerable María de Ágreda relató que, antes de morir, San José se despidió de María con estas palabras:

Bendita eres entre todas las mujeres. Que los ángeles y los hombres te alaben; que todas las generaciones conozcan, alaban y exalten tu dignidad; y que el Altísimo sea eternamente alabado por haberte creado tan agradable a sus ojos y a la vista de todos los espíritus benditos. Espero disfrutar de tu vista en la patria celestial.

Oración

LETANÍA DE SAN JOSÉ

  • Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
  • Cristo, ten piedad de nosotros, Cristo, ten piedad de nosotros
  • Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
  • Cristo, óyenos, Cristo, óyenos
  • Cristo, escúchanos, Cristo, escúchanos
  • Dios, Padre celestial, Ten misericordia de nosotros
  • Dios Hijo, Redentor del mundo, Ten misericordia de nosotros
  • Dios Espíritu Santo, Ten misericordia de nosotros
  • Santísima Trinidad, un solo Dios, Ten misericordia de nosotros
  • Santa María, Ruega por nosotros
  • San José, Ruega por nosotros
  • Noble Retoño de David, Ruega por nosotros
  • Luz de los Patriarcas, Ruega por nosotros
  • Esposo de la Madre de Dios, Ruega por nosotros
  • Casto Guardián de la Virgen, Ruega por nosotros
  • Padre Nutricio del Hijo de Dios, Ruega por nosotros
  • Ferviente Defensor de Cristo, Ruega por nosotros
  • Jefe de la Sagrada Familia, Ruega por nosotros
  • José Justísimo, Ruega por nosotros
  • José Castísimo, Ruega por nosotros
  • José Prudentísimo, Ruega por nosotros
  • José Valientísimo, Ruega por nosotros
  • José Obedientísimo, Ruega por nosotros
  • José Fidelísimo, Ruega por nosotros
  • Espejo de Paciencia, Ruega por nosotros
  • Amante de la Pobreza, Ruega por nosotros
  • Modelo de los Obreros, Ruega por nosotros
  • Gloria de la Vida Doméstica, Ruega por nosotros
  • Guardián de las Vírgenes, Ruega por nosotros
  • Pilar de las Familias, Ruega por nosotros
  • Consuelo de los Afligidos, Ruega por nosotros
  • Esperanza de los Enfermos, Ruega por nosotros
  • Patrono de los Moribundos, Ruega por nosotros
  • Terror de los Demonios, Ruega por nosotros
  • Protector de la Santa Iglesia, Ruega por nosotros

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros.

Lo hizo Señor de su Casa, y administrador de todas sus posesiones

Oremos: Oh Dios, que en tu amorosa providencia elegiste a San José para ser esposo de tu santísima Madre, concédenos la gracia de tener como nuestro intercesor en el cielo a aquél que veneramos en la tierra como nuestro protector. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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2 comentarios en “Día 30 Patrono de los Moribundos”

  1. Carlos Álvaro Martínez Corza

    Me encomiendo a San José y también le pido por mis familiares para que interceda por nosotros con el Señor y que nos fortalezca, nos proteja y nos llene de confianza en el amor y la misericordia de Dios. Para que cuando se llegue la «hora de nuestra muerte» el llamado del Señor de regresar a «casa celestial» sea lleno de gozo y con su protección e intercesión.

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