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José Fidelísimo

Ruega por Nosotros

La Iglesia admira la simplicidad y profundidad de la fe de San José.

— San Juan Pablo II

El Venerable Fulton J. Sheen decía que en el matrimonio hay tres anillos: el anillo de compromiso, el anillo de bodas, y el anillo del sufrimiento. Los que están casados saben que eso es cierto. El matrimonio no es fácil. Comienza con una luna de miel, pero estará lleno de muchas tribulaciones, dificultades y pruebas. Para que un matrimonio funcione, se necesita amor mutuo, sacrificio y fidelidad.

La relación cristiana con Dios es un matrimonio espiritual que también requiere amor mutuo, sacrificio y fidelidad. Aquellos que están espiritualmente desposados con Dios tienen que ser fieles en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. San José siempre le fue fiel a su esposa y a Dios.

SAN JOSÉ ES UN MODELO DE FE

La fe es una de las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad). Pero ¿qué es exactamente la fe? ¿Cómo se define? La Carta a los Hebreos nos da una buena definición, diciendo que: “La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven” (Heb 11, 1). La fe cristiana reconoce quién es Jesús, adhiere a su enseñanza, y confía en sus promesas.

José era profundamente piadoso; rezó mucho por la llegada del Mesías

— Beata Ana Catalina Emmerich

Un cristiano está llamado a tener fe en Jesús y a confiar en Él. Reconocer quién fue Jesús no es suficiente. Los demonios también lo reconocen (ver Mt 8, 29; Mc 5, 7; Lc 8, 28), pero ellos no lo aman ni confían en Él. San José, por otro lado, es un modelo de fe y confianza. Él sabe quién es Jesús y confía en Él. San José se apegó a las palabras de Jesús aun cuando su mente y sentidos eran incapaces de comprender completamente lo que Jesús quería decir. San José ejerció una fe activa, confiada y fervorosa.

San José jamás dudó de la divinidad de Jesús o de su poder para vencer el mal. Para el mundo, Jesús aparentaba ser un niño común, pero San José sabía que Él era Dios. Adoró a Nuestro Señor en la cuna, en el hogar de Nazaret, en el Templo de Jerusalén, y ya de adulto, en su taller donde trabajaba. San José siempre estuvo consciente de que, al ver a Jesús, estaba contemplando a Dios Todopoderoso.

San José fue fiel a Jesús en los momentos buenos y en los malos (cuando Jesús nació en Belén y cuando se perdió en el Templo de Jerusalén). San José fue fiel a Jesús en la salud y la enfermedad (le enseñó a ser un buen carpintero, y exhaló su último suspiro en sus brazos). San José le fue fiel a Jesús en la riqueza y la pobreza (cuando los Magos le llevaron oro a Jesús, y cuando el oro se terminó y vivieron en la pobreza en Egipto).

SAN JOSÉ HARÁ QUE TU FE AUMENTE

Actualmente no es fácil ser fiel a Jesús. El mundo no quiere que confíes en Jesús, que tengas esperanza en sus promesas o que lo ames. Si vives en conformidad con las enseñanzas de Jesús, serás ridiculizado y vilipendiado por el mundo, y quizás incluso por tu familia y amigos. ¿Tienes que padecer el exilio y aislamiento por amor a Jesús? Él lo vale. ¿Te toca tener que sufrir una pérdida financiera por amor a la verdad? Dios te recompensará. Si eres menospreciado, calumniado o se habla mal de ti por tu postura en contra del aborto, del “matrimonio” homosexual y la anticoncepción, tu recompensa será grande en el cielo.

Imita la fe y la amorosa confianza de San José. Sé inquebrantable, confiado e intrépido en tu fe.

Es precisamente la intrépida fe de San José lo que necesita la Iglesia de hoy para dedicarse con valentía a la urgente tarea de la nueva evangelización

— San Juan Pablo II

Lectura

Adorador de Cristo

¿Cuántas veces él (San José), como gorrión solitario, habrá anidado en el techo de ese santo templo de la divinidad contemplando al divino Niño durmiendo entre sus brazos y pensando en su eterno reposo en el seno del Padre celestial?

— Beato Guillermo José Chaminade

Dondequiera que San José viajaba con su esposa e hijo, su hogar se convertía en una capilla de adoración. Nazaret, Belén y Egipto son lugares donde San José contempló la divina presencia de Jesucristo invitando a otros a hacer lo mismo. En ese sentido, San José es el fundador de las capillas de adoración y, con su esposa, es el primero en conducir una procesión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Junto con Jesús y María, San José le dio al mundo la capilla de adoración más grandiosa que haya conocido el hombre: la Iglesia Católica. Gracias a María y San José, cada iglesia católica en el mundo tiene un tabernáculo donde se reserva la Presencia Real de Jesucristo, Cristo presente en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.

Nadie puede describir la adoración de esta alma tan noble (de San José). Él no veía nada y, sin embargo, creía; su fe tuvo que perforar el velo virginal de María. ¡Así es contigo! Bajo el velo de las sagradas especies tu fe debe ver a Nuestro Señor. Pídele a San José su fe viva y constante

— San Pedro Julián Eymard

En Nazaret, meses antes de que el Ángel le revelara a San José que María estaba embarazada con un Niño divino, San José estaba a unas pulgadas de la presencia de Dios en el tabernáculo del vientre de María. La esposa de José era un tabernáculo caminante. El Dios encarnado estaba viviendo y creciendo dentro del vientre de la esposa de San José y ni siquiera lo sabía. Dios lo estaba preparando a ser el padre amoroso del tesoro más grande que el mundo haya conocido: el Hijo de Dios hecho carne.

Como todo recién casado, San José no quería apartarse ni un segundo de su esposa. María tuvo que haber acudido a él y expresarle su deseo de visitar a su pariente Isabel durante tres meses, y esto habrá sido una gran sorpresa para San José. Cuando leemos este episodio en el Nuevo Testamento, tendemos a asumir que María no le pidió a San José que la acompañara con Isabel. Sin embargo, el texto sagrado no nos proporciona información de qué exactamente sucedió en esa ocasión, y sólo dice que María se fue presurosa hacia la zona rural montañosa. No se nos dice si San José fue o no.

Muchos santos y místicos — San Bernardo de Claraval, San Buenaventura, San Bernardino de Siena, San Francisco de Sales, la Venerable María Agreda, Beata Ana Catalina Emmerich y otros — creen que San José sí acompañó a María a visitar a Isabel. ¿Por qué no habría ido con ella? ¿Qué clase de esposo sería si hubiese dejado ir a su joven y hermosa esposa hacer un viaje tan largo sin la compañía de su esposo? El Nuevo Testamento no nos dice explícitamente que San José acompañó a María, pero tampoco nos dice específicamente que no lo hizo. Desde una perspectiva marital, ¿cómo podría haber soportado alejarse de ella durante tanto tiempo? De hecho tiene mucho sentido que San José hubiese acompañado a María con Isabel, y quizás incluso quedarse allí con ella tres meses. Es un viaje muy largo desde Nazaret a la zona rural montañosa en donde vivía Isabel (casi 100 millas). Cosas horribles podrían haberle sucedido a la hermosa esposa de San José en el viaje. ¿Qué recién casado no se habría preocupado por un viaje así, especialmente uno que involucrara caminar y dormir en lugares peligrosos? Ningún hombre cuerdo se hubiese quedado atrás.


En los escritos místicos de la Venerable María de Ágreda, María y San José sostienen una encantadora conversación sobre la Visitación:

(María a San José:) “Señor y esposo mío, por la divina luz he conocido cómo la dignación del Altísimo ha favorecido a Isabel mi prima, mujer de Zacarías, dándole el fruto que pedía en un hijo que ha concebido, y espero en su bondad inmensa que siendo mi prima estéril, habiéndole concedido este singular beneficio, será para mucho agrado y gloria del Señor. Yo juzgo que en tal ocasión como ésta me corre obligación decente de ir a visitarla y tratar con ella algunas cosas convenientes a su consuelo y su bien espiritual. Si esta obra, señor, es de vuestro gusto, haréla con vuestra licencia, estando sujeta en todo a vuestra disposición y voluntad. Considerad vos lo mejor y mandadme lo que debo hacer.”

(San José a María:) “Ya sabéis, Señora y esposa mía, que mis deseos todos están dedicados para serviros con toda mi atención y diligencia, porque de vuestra gran virtud confío, como debo, no se inclinará vuestra rectísima voluntad a cosa alguna que no sea de mayor agrado y gloria del Altísimo, como creo lo será esta jornada. Y porque no extrañen que vais en ella sin la compañía de vuestro esposo, yo iré con mucho gusto para cuidar de vuestro servicio en el camino. Determinad el día para que vayamos juntos.”

Aunque San José no se hubiese quedado con María en la casa de Isabel durante tres meses, es muy probable que al menos haya acompañado a su esposa con su prima Isabel para cuidar a María de los asaltantes y hombres con malas intenciones. Habiendo llegado a la casa de Isabel con María, él se habría regresado a Nazaret solo. Después de tres meses, él habría hecho el viaje de regreso con la prima Isabel y escortado con seguridad a su esposa de regreso a su casa en Nazaret. Si estas cosas sucedieron, San José, sin saberlo, ¡condujo la primera procesión con el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor!

Para efectos de la meditación, digamos que San José al menos acompañó a María a la casa de Isabel. ¿Qué habrá experimentado al llegar con Isabel? Bueno, seguramente habrá escuchado el saludo lleno del Espíritu Santo que Isabel le dio a María.

Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!

— Lc 1,42-45

¿Qué habrá pensado San José del saludo de Isabel? Sus palabras le habrán parecido extrañas. No hay manera de que él haya comprendido su significado teológico, porque no tenía ni idea de que su esposa estaba encinta. Sin embargo, como un hombre de profunda oración, habrá ponderado sus palabras llevándolas a la oración. En ese momento no habrá comprendido su significado, pero meses después, cuando se percató de que María estaba embarazada, habrá recordado las palabras de Isabel. Recordando que Isabel llamó a María “madre de mi Señor,” los ojos de San José se habrán abierto a la plena realidad de lo que estaba sucediendo en el vientre de su esposa. Siendo un judío devoto, San José no ignoraba las Escrituras que afirman que una virgen daría a luz al Mesías (ver Is 7,14). Comprendiendo esta gran maravilla, se habrá sentido totalmente indigno de ser el esposo y padre de tal mujer y el Niño.

La posibilidad de que San José haya acompañado a María y escuchado el saludo de Isabel lleno del Espíritu Santo nos ayuda a entender por qué San José jamás dudó de María o quiso divorciarse de ella. Así como Isabel, él también se sentía abrumado por un temor reverencial con la revelación de que su amada esposa estaba embarazada de un Niño divino. Hombre justo y temeroso de Dios, San José no se consideraba digno de vivir bajo el mismo techo que María y servir de padre del Niño que ella esperaba. ¿Cómo podría ser digno de ser el esposo de una esposa así? ¿Cómo podría jamás llevar a tal Madre e Hijo a su casa y bajo sus cuidados? Nada menos que un anuncio angélico sería lo que evitaría que se quitara de la escena.

Por otro lado, si San José no acompañaba a su esposa a la casa de Isabel, imagínate la soledad que habría sentido al estar sin María durante tres meses. Una separación tan larga hubiese sido una tortura para su corazón, que habría anhelado reunirse con su amada. Escuchar su voz habría estado en su mente día y noche, y de qué manera le habría saltado el corazón de gozo con el regreso de su reina después de tres meses de separación.

Y ya sea que haya acompañado a María con Isabel o no, es muy probable que haya viajado con su esposa e Hijo a ver a Isabel, Zacarías y su hijo, Juan (el Bautista), en posteriores “visitaciones.” Ese tipo de visitas familiares son normales. La intuición católica siempre ha sabido esto y ha representado estas visitaciones en el arte. Las escenas de María, San José, el Niño Jesús y Juan el Bautista son diversas en el arte católico alrededor del mundo. Después de todo, Jesús y Juan eran parientes. Habrán jugado y rezado juntos durante las muchas visitas que tuvieron lugar a lo largo de los años. San José quizás no habría estado presente para escuchar el saludo de Isabel, o presente para ser testigo del nacimiento de Juan el Bautista, pero habría visto y hablado con Juan el Bautista durante sus visitas familiares. San José y San Juan Bautista tuvieron que haberse conocido.

Si la primera procesión con Jesús fue a la casa de Isabel, la segunda tuvo lugar cuando San José viajó con su esposa embarazada a Belén para apuntarse en el censo. En esta procesión, San José estableció la primera capilla de adoración del mundo: Belén.

San José fue apresuradamente con María a Belén que significa “casa del pan,” para que el pan de la vida eterna pudiese nacer allí

— Venerable José Mindszenty

Qué conveniente que esta primera exposición pública del Pan vivo bajado del cielo tuviese lugar en Belén. Como lo afirma el Venerable José Mindszenty, la palabra “Belén” en hebreo significa “Casa de pan.” En árabe, Belén significa “Casa de carne” (animal o humana). Nuestro Jesús, el verdadero Pan bajado del cielo, nació en la pobreza y fue colocado en un pesebre por una razón: Nuestro Señor es un Rey humilde, y quiso que San José lo pusiese en un pobre pesebre porque ese lugar es donde se alimentan los animales. En inglés, la palabra pesebre “manger” se relaciona con la conocida palabra en italiano mangiare, es decir, comer.

¡Oh familiaridad más íntima de estar siempre con Dios, de hablar sólo con Él, de trabajar, descansar y conversar en la compañía y presencia de Dios! ¿Cuántas veces el feliz tutor del Niño Jesús, como una casta abeja, recogió el néctar de la devoción pura de esta hermosa flor de Jesé? ¿Cuántas veces él (San José), como la paloma, se escondió en el corazón de esta piedra?

— Beato Guillermo José Chaminade

La primera capilla de adoración fue visitada por pastores locales, seguida muy de cerca por los hombres sabios o “magos” que llegaron de una tierra lejana a rendir homenaje al recién nacido Dios-Rey recostado en un comedero (pesebre). Pero San José no sólo estableció la adoración en la Tierra Santa, sino que estableció la segunda capilla de adoración en territorio pagano: Egipto. ¡San José es atrevido!

Cuando Jesús nació, Egipto era tanto un territorio pagano como la canasta de pan del mundo. ¡Qué apropiado que Dios mandara a San José a Egipto! Allí San José fue responsable de educar a la Hostia viva que nutriría al mundo. El José del Antiguo Testamento había salvado a su pueblo de la hambruna enviando grano fuera de Egipto. El nuevo José le ofrecería al mundo el “grano” que amorosamente ayudó a crecer en Egipto, ¡el pan vivo que da la vida eterna!

Después de haber permanecido un tiempo en Egipto, San José y María caminaron de regreso a Nazaret con Jesús. Esta larga caminata era, y sigue siendo, la procesión más grande del Cuerpo y Sangre de Cristo que se haya conducido; ¡una procesión que cubrió más de 120 millas!

Una vez en Nazaret, San José y su esposa adoraron la divina presencia de Jesús en su casa durante décadas. En cierto sentido era una casa de adoración perpetua e ininterrumpida contemplación, aun cuando llevaban a cabo todas las tareas cotidianas y responsabilidades de la vida doméstica. ¡La adoración duró décadas!

Si los dos discípulos que iban de camino a Emaús fueron inflamados del amor divino por los pocos momentos que pasaron en compañía de Nuestro Salvador y por sus palabras, tanto así que exclamaron: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?”, ¡qué llamas de amor santo no deberíamos de suponer que se encendieron en el corazón de San José, quien conversó con Jesucristo y escuchó sus palabras de vida eterna durante treinta años!

— San Alfonso María de Ligorio

Aun cuando Jesús estaba fuera de casa, trabajando o de viaje, San José seguía en la presencia de Dios al permanecer cerca de su esposa.

Permíteme explicar.

¿Has oído hablar de microquimerismo fetal, algunas veces también llamado microquimerismo fetomaternal? Es un término largo y complicado, lo sé, pero revela algo maravilloso sobre la conexión biológica entre una madre y el hijo. El microquimerismo fetal es el término científico que describe un proceso en el que las células vivas del feto permanecen en el cuerpo de la madre después del final de su embarazo. A finales del siglo XX, los científicos descubrieron que cuando una mujer se embaraza, y después de haber dado a luz, hay células de su bebé que permanecen en el cuerpo de la madre. ¡Muchas de estas células permanecen en su cuerpo por el resto de su vida! Los científicos e investigadores también han descubierto que el intercambio celular también ocurre a la inversa; las células de la madre son intercambiadas con los hijos y permanecen en los cuerpos de sus hijos de por vida. ¡Esto es increíble!

Aunque San José no sabía nada de microquimerismo fetal, Dios siguió bendiciéndolo con la presencia de Jesús dondequiera que él estaba en presencia de su esposa. Estar cerca de María es estar cerca de Jesús, porque ¡Él vive en ella! María tiene en su cuerpo algunas células vivas de su divino Hijo. Nuestro Señor no necesitaba estar en la casa de San José para permanecer en la presencia de Dios, porque donde estuviese María, allí estaba Jesús. La esposa de San José es un tabernáculo viviente, una custodia caminante, un templo velado. No es de sorprender que los demonios no se atrevan a acercarse a María: jamás está desprovista de la divina presencia. ¡Dios vive en su cuerpo!

Si el lirio, al estar expuesto sólo unos días a la luz y calor del sol adquiere su increíble blancura, ¿quién podría concebir el extraordinario grado de pureza al que San José fue exaltado por estar expuesto día y noche durante tantos años a los rayos del Sol de Justicia y a la Luna Mística que irradia de Él [de Jesús] todo su esplendor?

— San Francisco de Sales

Te felicito, santísimo Patriarca, por esas preciosas horas que pasaste gozoso contemplando a Jesús, disfrutando felizmente de la hermosura interior y exterior de María. Constantemente los estudiabas sacando de sus corazones dulzura, paciencia y auto negación.

— Beata Concepción Cabrera de Armida

Sacerdotes, monjes y monjas han tenido el privilegio de experimentar algo de lo que habría sido ser como San José. Todos los monasterios y/o conventos tienen un tabernáculo conteniendo la divina presencia; todos los tabernáculos son básicamente una réplica del templo corporal de María. No importa si el tabernáculo está velado o si las puertas están cerradas: Jesús sigue estando allí. Era lo mismo en el santo hogar de Nazaret. Dios vivía en María en todo momento, y San José estaba perpetuamente en la presencia de Jesús.

La marca del cristiano es la disposición de ver lo divino en la carne de un recién nacido recostado en un pesebre; la continuación de Cristo bajo la apariencia del pan sobre el altar

— Venerable Fulton J. Sheen

María, el tabernáculo de Dios, es replicado en cada tabernáculo de una iglesia católica. Sin embargo, lo que casi siempre falta en frente de estos tabernáculos, son almas que se parezcan a San José, almas que adoren a Jesús presente y escondido en el tabernáculo. La Iglesia necesita más personas como San José.

Debemos rogar que haya buenos adoradores El Santísimo Sacramento los necesita para reemplazar a San José y para imitar su vida de adoración

— San Pedro Julián Eymard

Para ser como San José, tú también necesitas adorar a Cristo. Puedes ir a la iglesia católica más cercana en donde Jesús está presente, Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el Santísimo Sacramento. La Eucaristía es Jesucristo. El Santísimo Sacramento es la fuente y culmen de la fe cristiana, y San José quiere conducirte a una relación más profundo con Jesús en la Eucaristía.

En 1997, San Juan Pablo II realizó una visita papal al Santuario de San José en Kalisz, Polonia, y les dijo a los presentes que antes de cada una de sus Misas, hacía la siguiente oración a San José:

Oh hombre feliz, San José, cuyo privilegio no fue solo ver y oír a ese Dios a quien muchos reyes anhelaban ver, pero no vieron, anhelaron escuchar, pero no escucharon (cf. Mt 13,17); ¡sino también llevarlo en tus brazos y besarlo, vestirlo y vigilarlo!


Dios, que nos ha conferido un sacerdocio real, te rogamos que nos des la gracia de ministrar en tus sagrados altares con corazones tan limpios y vidas tan impecables como la de San José que se halló sosteniendo entre sus brazos, y con toda reverencia, cargó a tu único Hijo nacido de la Virgen María. Hoy permítenos recibir dignamente el Sagrado Cuerpo y Sangre de tu Hijo, y danos lo necesario para ganar una recompensa eterna en el mundo futuro. Amén.

Dedica un tiempo para estar en la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento. Si en la iglesia de tu localidad hay Adoración Perpetua, anótate para una hora santa a la semana. La adoración cambiará tu vida. Si no hay una iglesia que tenga Adoración Perpetua cerca de tu área, algunas veces la parroquia tendrá Adoración durante algunas horas al día o un día en particular a la semana. ¡Ve! Si no puedes encontrar una iglesia que ofrezca exposición del Santísimo Sacramento simplemente visita cualquier iglesia católica y reza ante el tabernáculo. Jesús está allí día y noche y te está esperando. ¡Sé otro San José para Jesús y María!

Cuando visite el Santísimo Sacramento, acércate a Jesús con el amor de la Santísima Virgen, de San José y de San Juan.

— San José Sebastián Pelczar

Oh Bendito José, adoro contigo las primeras palabras que brotaron de la boca del Verbo Encarnado. Me postro contigo para besar con reverencia las primeras huellas dejadas por estos pies adorables. Oh Dios infinito, te hiciste débil para darnos fortaleza; ¡quisiste hablar como los demás niños para enseñarnos el lenguaje celestial! Oh Bendito José, inspírame con tus sentimientos por Jesús, y obtén para mí la gracia de amar a Dios como tú. Amén

— Beato Bartolo Longo

Oración

LETANÍA DE SAN JOSÉ

  • Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
  • Cristo, ten piedad de nosotros, Cristo, ten piedad de nosotros
  • Señor, ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros
  • Cristo, óyenos, Cristo, óyenos
  • Cristo, escúchanos, Cristo, escúchanos
  • Dios, Padre celestial, Ten misericordia de nosotros
  • Dios Hijo, Redentor del mundo, Ten misericordia de nosotros
  • Dios Espíritu Santo, Ten misericordia de nosotros
  • Santísima Trinidad, un solo Dios, Ten misericordia de nosotros
  • Santa María, Ruega por nosotros
  • San José, Ruega por nosotros
  • Noble Retoño de David, Ruega por nosotros
  • Luz de los Patriarcas, Ruega por nosotros
  • Esposo de la Madre de Dios, Ruega por nosotros
  • Casto Guardián de la Virgen, Ruega por nosotros
  • Padre Nutricio del Hijo de Dios, Ruega por nosotros
  • Ferviente Defensor de Cristo, Ruega por nosotros
  • Jefe de la Sagrada Familia, Ruega por nosotros
  • José Justísimo, Ruega por nosotros
  • José Castísimo, Ruega por nosotros
  • José Prudentísimo, Ruega por nosotros
  • José Valientísimo, Ruega por nosotros
  • José Obedientísimo, Ruega por nosotros
  • José Fidelísimo, Ruega por nosotros
  • Espejo de Paciencia, Ruega por nosotros
  • Amante de la Pobreza, Ruega por nosotros
  • Modelo de los Obreros, Ruega por nosotros
  • Gloria de la Vida Doméstica, Ruega por nosotros
  • Guardián de las Vírgenes, Ruega por nosotros
  • Pilar de las Familias, Ruega por nosotros
  • Consuelo de los Afligidos, Ruega por nosotros
  • Esperanza de los Enfermos, Ruega por nosotros
  • Patrono de los Moribundos, Ruega por nosotros
  • Terror de los Demonios, Ruega por nosotros
  • Protector de la Santa Iglesia, Ruega por nosotros

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten piedad de nosotros.

Lo hizo Señor de su Casa, y administrador de todas sus posesiones

Oremos: Oh Dios, que en tu amorosa providencia elegiste a San José para ser esposo de tu santísima Madre, concédenos la gracia de tener como nuestro intercesor en el cielo a aquél que veneramos en la tierra como nuestro protector. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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1 comentario en “Día 21 José Fidelísimo”

  1. Óscar Villaseñor Ramírez

    Que el ejemplo de San José de estar en adoración al Santísimo Sacramento nos inspire también a hacerlo nosotros todos los días y a dedicarle al menos una hora en adoración

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